La película Margarita Gautier protagonizada por la divina, por Greta Garbo, da pie al diálogo entorno a la Ideología y la alienación, la crítica respecto a los convencionalismos sociales, la identidad, el amor como renuncia...

En las primeras escenas de
Margarita Gautier, una película dirigida por George Gukor en 1937 en la que destacan la divina Greta Garbo y el pletórico Robert Taylor, vemos como la
dama de las camelias, la protagonista que da nombre al filme, tacha de ingenuo el amor honesto y desinteresado de su antigua amiga: la jovencísima Nichette. La
dama de las camelias, muy al contrario de su amiga, no cree en el amor, para ella sólo existe el interés, un baile de máscaras, apariencias y convenciones sociales, ella no entiende de amores desinteresados, cándidos, inmaculados. La vulgar y superficial prostituta de lujo
Margarita Gautier es un
sujeto ideológico definido por su lugar en la red simbólica social, en el universo espiritual, del París burgués de mediados del siglo XIX. La
mujer concreta encarnada por Greta Garbo en la película se realiza socialmente por mediación de esta
máscara , de este
sujeto ideológico. Vivir en esta
cáscara simbólica llamada
Gautier, realizarse por su mediación, le supone a la
mujer de carne y hueso ser una mantenida, tener una fuente "fácil" de beneficio económico, vivir rodeada de lujos frugales, fiestas, joyas, vestidos y camelias por doquier. La
mujer concreta enmascarada por el
abstracto Gautier obtiene el reconocimiento social de las altas esferas parisinas. De esta manera, la
mujer concreta vive
alienada en la
máscara ideológica Margarita Gautier, encuentra su realización personal, el
sí o la
afirmación simbólica del
Gran Otro simbólico, del
mundo propio de la alta sociedad parisina de 1847, a través de una
apariencia, del
espectro Gautier. Es más, y esto es importante, esta
mujer lejos de vivir apesadumbrada en su realización vía
Gautier, inicialmente,
se identifica plenamente en dicho
abstracto simbólico, en esta
máscara espectral.
No obstante, un
error hace que sobrevenga un cambio inesperado: Armando Duval, un joven apuesto, coherente, convencido del amor y con un porvenir prometedor, es confundido con el rico, apático y aburrido Conde de Varville. Así, la interesada
dama de las camelias cree durante un breve lapso de tiempo que el Conde es Armando y, a partir de aquí, se abre la posibilidad de que el joven apuesto exprese su amor incondicional y desinteresado a la
mujer aun cuando ésta vive alienada en la
máscara Gautier. Sólo este reconocimiento incondicional de Armando podía enamorar, hacer descubrir el amor verdadero, a nuestra
mujer real en la medida que ésta, inicialmente,
se identifica plenamente con el
espectro Gautier. Ahora bien, el drama del filme llega cuando la protagonista, una vez enamorada de Armando, decide rehacer su vida, irse al campo con su amado huyendo del Conde y de la red de relaciones que la mantienen atada a la
dama de las camelias, enajenada en la
máscara Gautier. Una vez lejos del superficial ambiente de la alta sociedad parisina, en el campo, la susodicha
máscara simbólica la persigue trágicamente, se interpone entre ella y su amado. El padre de Armando Duval se presenta en la casa de campo y le pide a ella que renuncie a su amor si es éste verdadero pues
Margarita Gautier, ese
sujeto ideológico, ese
espectro, en el que ella se identificaba en el pasado y del que ahora intenta huir, será siempre un impedimento, una mancha que perturbará el progreso social futuro de su querido hijo. El
espectro persigue a la
mujer concreta. Así, paradójicamente, si en los inicios de la película el reconocimiento por parte de Armando Duval de la
mujer concreta en el
espectro Gautier abre la posibilidad del amor fecundo, ahora, una vez que ambos están enamorados y alejados del ambiente burgués parisino, esa misma
figura espectral supone la apertura de un abismo entre los dos. La
mujer concreta, invadida ahora por el amor auténtico y desinteresado que antes tachaba de ingenuo, toma la decisión trágica de
autoalienarse nuevamente en la
máscara Gautier para así alejarse de Armando y no suponer obstáculo ni mácula alguna a su prometedor porvenir.