De un amigo y compañero que siempre, siempre, está. Es más tengo la absoluta convicción que siempre estará. Porque es de los imprescindibles, de los que dan fuerza para seguir andando el camino de la vida...
Amigo, compañero,
los dos sabemos
que de sueños no se vive,
que no queremos vida sin sueños.
Tu sueño se hizo amor,
y mi amor, permaneció sueño.
¿Recuerdas…
aquella noche,
en la que que ella bailó contigo
y aquella bailó conmigo?
Sólo nuestra comprensión,
nuestras miradas y abrazos
nos hicieron sobrevivir aquella noche.
¿Recuerdas…
porque somos amigos y compañeros?
¿Recuerdas…
aquella tarde en aquella abandonada estación?
¿Aquella noche cubana,
secuestrada por la luna y los mojitos?
Desafortunados fuimos,
afortunados de algún modo somos.
Nunca fuimos triunfadores,
pero tal vez fuimos luchadores.
Siempre pasamos desapercibidos,
al igual que nuestros amores secretos.
Cuentos inacabados, poetas muertos,
romances que dan vida y la quitan,
lunas que brillan y versos que no riman,
miradas que se esconden y se comprenden,
estaciones cerradas y tardes de lluvia.
Dime, amigo, compañero,
¿que sentido tiene todo sin ellas?
La poesía es nuestro refugio,
así como los domingos
lo es de los lunáticos.
Si te acompaña en el camino,
como si no lo hace.
Si está conmigo,
como si se desvanece,
Tanto si existe el vaso,
como si es mera ilusión,
nosotros seguiremos,
juntos, pero no revueltos,
el camino luchando,
y tal vez, triunfando.
viernes, junio 22, 2007
viernes, junio 15, 2007
¡ La tesis frenológica !
Tratamos aquí de la controvertida tesis frenológica de Hegel, de algunos ejemplos ilustrativos y controvertidos a un mismo tiempo...
La tesis frenológica de Hegel dice: «El espíritu es un hueso». Esta idea de Hegel sitúa la identidad de dos términos absolutamente incompatibles, dicho de otra manera, que toda posición lleva implícita en el límite su propio contrario: Dios necesita del hombre, de la carne, para manifestarse y reconciliarse consigo mismo, la libertad necesita del esclavo para abrirse paso, Marx diría la absolutización de la libertad en la sociedad capitalista supone también la libertad de explotación que no es otra cosa que la esclavitud asalariada, la absolutización de la razón lleva paradójicamente y trágicamente a lo irracional, el sujeto-substancia, esto es, el espíritu, necesita de un fragmento de carne, cuerpo, para autodesplegarse, el Gran Otro presupone lo Real traumático afirmaríamos con Lacan, etc.
Así, por ejemplo, bajo esta perspectiva hegeliana, el pacifismo absoluto presupone ineludiblemente la violencia, esto es, la renuncia absoluta a la violencia lejos de negarla la afirma. ¿Acaso no fue eso lo que le ocurrió al mismísimo Gandhi? No hubiera sido mejor que partiendo del principio frenológico hegeliano en lugar de dejar en manos del Imperio Británico la canalización de los impulsos agresivos, lo que dio con uno de los mayores genocidios del siglo XX, los independentistas indios hubieran canalizado esa misma violencia contra el colonialismo. El tema del terror es un clásico dentro de la izquierda que, usualmente, es evitado vía prejuicios de corte humanista. De esta manera, se elude pensar la problemática misma de la violencia-terror en los procesos de transformación social. No obstante, la izquierda, si fuera consecuente con la tesis frenológica hegeliana, no debería renunciar nunca a un toquecito de terror.
Otra cuestión que puede servir para ilustrar la posición frenológica de Hegel que se encuentra más en línea directa con Marx y el marxismo es la crítica hegeliana al Imperativo Categórico kantiano. Para Hegel si bien el Imperativo Categórico es estrictamente racional en su forma, en tanto que abstracción pura deviene del todo inútil, no puede guiar ni orientar práctica moral alguna porque, precisamente, carece de contenido, no atiende a lo particular, a las circunstancias, etc. Empieza a verse aquí ya esa identidad de términos opuestos que también estará en Marx y en la tradición marxista y que ilustra, recoge, igualmente esta crítica hegeliana al kantismo. Por un lado, “es el ser social el que determina la conciencia”, énfasis en el aspecto material, en la situación y su contenido, por otro lado, “las ideas cuando arraigan en las masas devienen una fuerza revolucionaria”, ahora se pone el acento en el aspecto formal, en la idea, en su capacidad para orientar las prácticas materiales. Vemos pues a Marx siguiendo a Hegel, moviéndose en la contradicción entre lo material, el contenido, y el aspecto formal, buscando la síntesis apropiada a cada momento dialéctico del proceso histórico.
La tesis frenológica de Hegel dice: «El espíritu es un hueso». Esta idea de Hegel sitúa la identidad de dos términos absolutamente incompatibles, dicho de otra manera, que toda posición lleva implícita en el límite su propio contrario: Dios necesita del hombre, de la carne, para manifestarse y reconciliarse consigo mismo, la libertad necesita del esclavo para abrirse paso, Marx diría la absolutización de la libertad en la sociedad capitalista supone también la libertad de explotación que no es otra cosa que la esclavitud asalariada, la absolutización de la razón lleva paradójicamente y trágicamente a lo irracional, el sujeto-substancia, esto es, el espíritu, necesita de un fragmento de carne, cuerpo, para autodesplegarse, el Gran Otro presupone lo Real traumático afirmaríamos con Lacan, etc.
Así, por ejemplo, bajo esta perspectiva hegeliana, el pacifismo absoluto presupone ineludiblemente la violencia, esto es, la renuncia absoluta a la violencia lejos de negarla la afirma. ¿Acaso no fue eso lo que le ocurrió al mismísimo Gandhi? No hubiera sido mejor que partiendo del principio frenológico hegeliano en lugar de dejar en manos del Imperio Británico la canalización de los impulsos agresivos, lo que dio con uno de los mayores genocidios del siglo XX, los independentistas indios hubieran canalizado esa misma violencia contra el colonialismo. El tema del terror es un clásico dentro de la izquierda que, usualmente, es evitado vía prejuicios de corte humanista. De esta manera, se elude pensar la problemática misma de la violencia-terror en los procesos de transformación social. No obstante, la izquierda, si fuera consecuente con la tesis frenológica hegeliana, no debería renunciar nunca a un toquecito de terror.
Otra cuestión que puede servir para ilustrar la posición frenológica de Hegel que se encuentra más en línea directa con Marx y el marxismo es la crítica hegeliana al Imperativo Categórico kantiano. Para Hegel si bien el Imperativo Categórico es estrictamente racional en su forma, en tanto que abstracción pura deviene del todo inútil, no puede guiar ni orientar práctica moral alguna porque, precisamente, carece de contenido, no atiende a lo particular, a las circunstancias, etc. Empieza a verse aquí ya esa identidad de términos opuestos que también estará en Marx y en la tradición marxista y que ilustra, recoge, igualmente esta crítica hegeliana al kantismo. Por un lado, “es el ser social el que determina la conciencia”, énfasis en el aspecto material, en la situación y su contenido, por otro lado, “las ideas cuando arraigan en las masas devienen una fuerza revolucionaria”, ahora se pone el acento en el aspecto formal, en la idea, en su capacidad para orientar las prácticas materiales. Vemos pues a Marx siguiendo a Hegel, moviéndose en la contradicción entre lo material, el contenido, y el aspecto formal, buscando la síntesis apropiada a cada momento dialéctico del proceso histórico.
martes, junio 05, 2007
Ideología con Margarita Gautier como excusa
La película Margarita Gautier protagonizada por la divina, por Greta Garbo, da pie al diálogo entorno a la Ideología y la alienación, la crítica respecto a los convencionalismos sociales, la identidad, el amor como renuncia...
En las primeras escenas de Margarita Gautier, una película dirigida por George Gukor en 1937 en la que destacan la divina Greta Garbo y el pletórico Robert Taylor, vemos como la dama de las camelias, la protagonista que da nombre al filme, tacha de ingenuo el amor honesto y desinteresado de su antigua amiga: la jovencísima Nichette. La dama de las camelias, muy al contrario de su amiga, no cree en el amor, para ella sólo existe el interés, un baile de máscaras, apariencias y convenciones sociales, ella no entiende de amores desinteresados, cándidos, inmaculados. La vulgar y superficial prostituta de lujo Margarita Gautier es un sujeto ideológico definido por su lugar en la red simbólica social, en el universo espiritual, del París burgués de mediados del siglo XIX. La mujer concreta encarnada por Greta Garbo en la película se realiza socialmente por mediación de esta máscara , de este sujeto ideológico. Vivir en esta cáscara simbólica llamada Gautier, realizarse por su mediación, le supone a la mujer de carne y hueso ser una mantenida, tener una fuente "fácil" de beneficio económico, vivir rodeada de lujos frugales, fiestas, joyas, vestidos y camelias por doquier. La mujer concreta enmascarada por el abstracto Gautier obtiene el reconocimiento social de las altas esferas parisinas. De esta manera, la mujer concreta vive alienada en la máscara ideológica Margarita Gautier, encuentra su realización personal, el sí o la afirmación simbólica del Gran Otro simbólico, del mundo propio de la alta sociedad parisina de 1847, a través de una apariencia, del espectro Gautier. Es más, y esto es importante, esta mujer lejos de vivir apesadumbrada en su realización vía Gautier, inicialmente, se identifica plenamente en dicho abstracto simbólico, en esta máscara espectral.
No obstante, un error hace que sobrevenga un cambio inesperado: Armando Duval, un joven apuesto, coherente, convencido del amor y con un porvenir prometedor, es confundido con el rico, apático y aburrido Conde de Varville. Así, la interesada dama de las camelias cree durante un breve lapso de tiempo que el Conde es Armando y, a partir de aquí, se abre la posibilidad de que el joven apuesto exprese su amor incondicional y desinteresado a la mujer aun cuando ésta vive alienada en la máscara Gautier. Sólo este reconocimiento incondicional de Armando podía enamorar, hacer descubrir el amor verdadero, a nuestra mujer real en la medida que ésta, inicialmente, se identifica plenamente con el espectro Gautier. Ahora bien, el drama del filme llega cuando la protagonista, una vez enamorada de Armando, decide rehacer su vida, irse al campo con su amado huyendo del Conde y de la red de relaciones que la mantienen atada a la dama de las camelias, enajenada en la máscara Gautier. Una vez lejos del superficial ambiente de la alta sociedad parisina, en el campo, la susodicha máscara simbólica la persigue trágicamente, se interpone entre ella y su amado. El padre de Armando Duval se presenta en la casa de campo y le pide a ella que renuncie a su amor si es éste verdadero pues Margarita Gautier, ese sujeto ideológico, ese espectro, en el que ella se identificaba en el pasado y del que ahora intenta huir, será siempre un impedimento, una mancha que perturbará el progreso social futuro de su querido hijo. El espectro persigue a la mujer concreta. Así, paradójicamente, si en los inicios de la película el reconocimiento por parte de Armando Duval de la mujer concreta en el espectro Gautier abre la posibilidad del amor fecundo, ahora, una vez que ambos están enamorados y alejados del ambiente burgués parisino, esa misma figura espectral supone la apertura de un abismo entre los dos. La mujer concreta, invadida ahora por el amor auténtico y desinteresado que antes tachaba de ingenuo, toma la decisión trágica de autoalienarse nuevamente en la máscara Gautier para así alejarse de Armando y no suponer obstáculo ni mácula alguna a su prometedor porvenir.
En las primeras escenas de Margarita Gautier, una película dirigida por George Gukor en 1937 en la que destacan la divina Greta Garbo y el pletórico Robert Taylor, vemos como la dama de las camelias, la protagonista que da nombre al filme, tacha de ingenuo el amor honesto y desinteresado de su antigua amiga: la jovencísima Nichette. La dama de las camelias, muy al contrario de su amiga, no cree en el amor, para ella sólo existe el interés, un baile de máscaras, apariencias y convenciones sociales, ella no entiende de amores desinteresados, cándidos, inmaculados. La vulgar y superficial prostituta de lujo Margarita Gautier es un sujeto ideológico definido por su lugar en la red simbólica social, en el universo espiritual, del París burgués de mediados del siglo XIX. La mujer concreta encarnada por Greta Garbo en la película se realiza socialmente por mediación de esta máscara , de este sujeto ideológico. Vivir en esta cáscara simbólica llamada Gautier, realizarse por su mediación, le supone a la mujer de carne y hueso ser una mantenida, tener una fuente "fácil" de beneficio económico, vivir rodeada de lujos frugales, fiestas, joyas, vestidos y camelias por doquier. La mujer concreta enmascarada por el abstracto Gautier obtiene el reconocimiento social de las altas esferas parisinas. De esta manera, la mujer concreta vive alienada en la máscara ideológica Margarita Gautier, encuentra su realización personal, el sí o la afirmación simbólica del Gran Otro simbólico, del mundo propio de la alta sociedad parisina de 1847, a través de una apariencia, del espectro Gautier. Es más, y esto es importante, esta mujer lejos de vivir apesadumbrada en su realización vía Gautier, inicialmente, se identifica plenamente en dicho abstracto simbólico, en esta máscara espectral.
No obstante, un error hace que sobrevenga un cambio inesperado: Armando Duval, un joven apuesto, coherente, convencido del amor y con un porvenir prometedor, es confundido con el rico, apático y aburrido Conde de Varville. Así, la interesada dama de las camelias cree durante un breve lapso de tiempo que el Conde es Armando y, a partir de aquí, se abre la posibilidad de que el joven apuesto exprese su amor incondicional y desinteresado a la mujer aun cuando ésta vive alienada en la máscara Gautier. Sólo este reconocimiento incondicional de Armando podía enamorar, hacer descubrir el amor verdadero, a nuestra mujer real en la medida que ésta, inicialmente, se identifica plenamente con el espectro Gautier. Ahora bien, el drama del filme llega cuando la protagonista, una vez enamorada de Armando, decide rehacer su vida, irse al campo con su amado huyendo del Conde y de la red de relaciones que la mantienen atada a la dama de las camelias, enajenada en la máscara Gautier. Una vez lejos del superficial ambiente de la alta sociedad parisina, en el campo, la susodicha máscara simbólica la persigue trágicamente, se interpone entre ella y su amado. El padre de Armando Duval se presenta en la casa de campo y le pide a ella que renuncie a su amor si es éste verdadero pues Margarita Gautier, ese sujeto ideológico, ese espectro, en el que ella se identificaba en el pasado y del que ahora intenta huir, será siempre un impedimento, una mancha que perturbará el progreso social futuro de su querido hijo. El espectro persigue a la mujer concreta. Así, paradójicamente, si en los inicios de la película el reconocimiento por parte de Armando Duval de la mujer concreta en el espectro Gautier abre la posibilidad del amor fecundo, ahora, una vez que ambos están enamorados y alejados del ambiente burgués parisino, esa misma figura espectral supone la apertura de un abismo entre los dos. La mujer concreta, invadida ahora por el amor auténtico y desinteresado que antes tachaba de ingenuo, toma la decisión trágica de autoalienarse nuevamente en la máscara Gautier para así alejarse de Armando y no suponer obstáculo ni mácula alguna a su prometedor porvenir.
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