Nos ocupa ahora una cuestión que apunta al problema de la trascendencia filosófica e histórica del idealismo alemán. Esta píldora va dirigida contra la idea clave de la filosofía crítica, a saber, la finitud de la razón. Ya hemos dicho que lo dado en la sensibilidad es lo que marca el carácter finito del sujeto. La condición humana es finita a ojos de Kant en la medida que sólo tiene intuición sensible y no intuición intelectual, al hombre la cosa sólo se le presenta de manera inmediata en la sensibilidad, pasivamente, si tuviésemos intuición intelectual nuestra acción de pensar, de suyo, ya pondría, ya sería lo nouménico.Ahora bien, es precisamente en la susodicha contraposición kantiana entre lo dado y lo pensado, en la distancia misma introducida por Kant entre lo fenoménico, lo percibido esquematizado por la “pantalla” que constituyen las «categorías trascendentales» y lo nouménico, donde ya se nos muestra algo en sí mismo, esto es, la famosa «reconciliación» hegeliana, o dicho de otro modo, la no existencia del abismo escéptico kantiano entre categorías y noúmeno, entre lo dado y lo pensado. Hegel, por tanto, no elimina como suele decirse la distancia kantiana entre lo pensado y el noúmeno, sino que, por el contrario, la afirma en toda su radicalidad, convierte nuestro conocimiento incompleto de la cosa-en-sí en un aspecto positivo de la cosa misma.
