Usualmente se presenta a Hegel como una vuelta a la metafísica antigua. Por el contrario, Hegel deontologiza a Kant, disuelve ese resto metafísico denominado noúmeno o cosa-en-sí.
Nos ocupa ahora una cuestión que apunta al problema de la trascendencia filosófica e histórica del idealismo alemán. Esta píldora va dirigida contra la idea clave de la filosofía crítica, a saber, la finitud de la razón. Ya hemos dicho que lo dado en la sensibilidad es lo que marca el carácter finito del sujeto. La condición humana es finita a ojos de Kant en la medida que sólo tiene intuición sensible y no intuición intelectual, al hombre la cosa sólo se le presenta de manera inmediata en la sensibilidad, pasivamente, si tuviésemos intuición intelectual nuestra acción de pensar, de suyo, ya pondría, ya sería lo nouménico.
Ahora bien, es precisamente en la susodicha contraposición kantiana entre lo dado y lo pensado, en la distancia misma introducida por Kant entre lo fenoménico, lo percibido esquematizado por la “pantalla” que constituyen las «categorías trascendentales» y lo nouménico, donde ya se nos muestra algo en sí mismo, esto es, la famosa «reconciliación» hegeliana, o dicho de otro modo, la no existencia del abismo escéptico kantiano entre categorías y noúmeno, entre lo dado y lo pensado. Hegel, por tanto, no elimina como suele decirse la distancia kantiana entre lo pensado y el noúmeno, sino que, por el contrario, la afirma en toda su radicalidad, convierte nuestro conocimiento incompleto de la cosa-en-sí en un aspecto positivo de la cosa misma.
martes, octubre 16, 2007
jueves, octubre 11, 2007
La racionalidad en Kant
Kant en un intento de dignificar a la razón abordó la problemática de cuáles son las luces y sombras de la razón, sus diferentes usos, sus ilusiones, sus condiciones de posibilidad, etc. Así mismo su filosofía será el precedente directo del idealismo alemán.
Para Kant la actividad del espíritu tiene tres niveles: sensibilidad (Sinnlichkeit), entendimiento (Verstand) y razón (Vernunft). La razón, con sus principios, unifica las reglas del entendimiento y éstas, a su vez, operan cara a la unificación de lo sensible. Razón y entendimiento piensan los objetos dados por la sensibilidad. Como dice Kant: «Nuestro conocimiento empieza por los sentidos, de allí pasa al entendimiento y termina en la razón» (KrV, B355). En consecuencia, por un lado, el entendimiento que opera al margen de la experiencia se mueve en el vacío y, por otro lado, lo sensible sin la mediación espontánea del entendimiento aparece como un conglomerado abigarrado de sensaciones sin unidad ni sentido. Asimismo, la unidad que pone la razón si no descansa en las síntesis del entendimiento y la sensibilidad no pasa de ser ilusión, dialéctica.
Para comprender la racionalidad en Kant es clave ver en qué consiste lo que el propio filósofo alemán denomina su «giro copernicano». Hay en Kant lo dado y lo pensado, el sujeto es a la vez pasivo y activo. La sensibilidad, el entendimiento y la razón conforman lo pensado, constituyen el elemento activo del sujeto, configuradora a partir de sus estructuras trascendentales, de sus categorías, intuiciones puras, etc. Por primera vez el sujeto se reconoce a sí mismo por su actividad creadora apuntando ya al idealismo alemán posterior. Así pues, el sujeto trascendental en la medida que pone las condiciones de posibilidad del conocimiento y de la vida moral, sus formas a priori, se reconoce como autolegislador, autónomo, libre. Ahora bien, a un mismo tiempo, para Kant la dependencia de la sensibilidad respecto de lo dado, respecto a ese ámbito donde no hay libertad que el denomina como lo nouménico, define el carácter finito de la razón humana. Esta posición filosófica será criticada nuevamente por Hegel apuntando a una filosofía de la infinitud. Esto lo veremos en un futuro...
Para Kant la actividad del espíritu tiene tres niveles: sensibilidad (Sinnlichkeit), entendimiento (Verstand) y razón (Vernunft). La razón, con sus principios, unifica las reglas del entendimiento y éstas, a su vez, operan cara a la unificación de lo sensible. Razón y entendimiento piensan los objetos dados por la sensibilidad. Como dice Kant: «Nuestro conocimiento empieza por los sentidos, de allí pasa al entendimiento y termina en la razón» (KrV, B355). En consecuencia, por un lado, el entendimiento que opera al margen de la experiencia se mueve en el vacío y, por otro lado, lo sensible sin la mediación espontánea del entendimiento aparece como un conglomerado abigarrado de sensaciones sin unidad ni sentido. Asimismo, la unidad que pone la razón si no descansa en las síntesis del entendimiento y la sensibilidad no pasa de ser ilusión, dialéctica.
Para comprender la racionalidad en Kant es clave ver en qué consiste lo que el propio filósofo alemán denomina su «giro copernicano». Hay en Kant lo dado y lo pensado, el sujeto es a la vez pasivo y activo. La sensibilidad, el entendimiento y la razón conforman lo pensado, constituyen el elemento activo del sujeto, configuradora a partir de sus estructuras trascendentales, de sus categorías, intuiciones puras, etc. Por primera vez el sujeto se reconoce a sí mismo por su actividad creadora apuntando ya al idealismo alemán posterior. Así pues, el sujeto trascendental en la medida que pone las condiciones de posibilidad del conocimiento y de la vida moral, sus formas a priori, se reconoce como autolegislador, autónomo, libre. Ahora bien, a un mismo tiempo, para Kant la dependencia de la sensibilidad respecto de lo dado, respecto a ese ámbito donde no hay libertad que el denomina como lo nouménico, define el carácter finito de la razón humana. Esta posición filosófica será criticada nuevamente por Hegel apuntando a una filosofía de la infinitud. Esto lo veremos en un futuro...
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