sábado, marzo 17, 2007

Porque la condena del amor es esa...

De una amiga que habitando los lares de una Sabadell otrora industrial y comunista ahora sueña entre versos a Miguel Hernández, utopías y amores infinitos... ¡Gracias!

- Dime, ¿por qué la voz a ti debida?

- Porque aquellas casas de pescadores ya no llegaban ni a la playa ni al mar, la existencia de estas se había evaporado. El tren americano pasaba en su lugar, haciendo parecer a las casas dignos estorbos urbanos.

Porque aquel lugar era donde me susurrabas tus alegrías, que eran inventadas de camino a la fábrica y no podías olvidarme, no podías olvidarme.

Porque te reías, tirado en la arena, de mis rarezas, del andar de algún necio o de ti mismo reflejado en las ventanas de los coches.

Cuando pudiste venir a verme, cogiste un taxi. No había desaparecido y creías que había estado buscándote por Can Nubes. Pero no era cierto y cuando lo supiste, seguiste creyendo que te buscaba, al menos como se busca a la muerte.

Porque en la oscuridad gritabas mi nombre y decías que yo era un arbusto, un arbusto del jardín de tus padres. Odiabas ese jardín y no podías odiarme a mí y te parecía tan injusto y tan soez, que odiabas la naturaleza por completo.

Porque les robaste a aquellos poetas del club que adoraban la luna, un libro para regalármelo y yo lo devolví al club por creer que lo habían olvidado en la butaca de la cafetería donde trabajaba.

Porque no llorabas en silencio y las hojas de marzo caían en Octubre. Tus poesías nacían de la desesperación de escribir, como un remolino de viento que te empujaban al abismo. Y tú no sabías sobrevivir sin eso, no sabías.

Porque me quisiste un día al amanecer y repetiste con furia que me querrías para siempre y al anochecer te marchaste a Can Nubes a emborracharte con penas.

Porque no lograste encontrarlo. Aquello que todos buscamos y empezaste a caminar a tientas, sin voz ni leyenda.

Porque tus ojos me miraban sin verme, me imaginaban sin verme, me mataban sin verme. Ellos me amaban sin verme. Pero tú no me veías.

Porque me abandonaste en un desierto de gente, me besaste en la mejilla y al volverte yo ya no estaba. Y se disparó algo en tu interior, un grito, un lamento, un olvido. Entonces fue cuando te condenaste.

Porque la condena del amor es esa. Aunque no me quieras, siempre tu voz está debida.

2 comentarios:

Shelley dijo...

menuda loca... ;)

Edmundo V dijo...

A mí, en estos tiempos, me dan miedo los cuerdos... ;-)