
Vamos a poner hoy la atención en su método. Dos momentos cabe resaltar de su método: Por un lado, el primer momento, que podríamos denominar una mirada atenta, teórica en el sentido clásico del término, que consiste en dar un paso atrás, esto es, poner en suspenso la moral, la fantasía, la pragmática, todo lo que estorba el que su objeto de estudio se muestre como tal, para atender a lo que él denominaba la verità efecttualle della cosa. Maquiavelo deja que su objeto de estudio hable por sí, deja hablar a la cosa, a la cosa política, que muestre su verdad por sí, liberada de nuestros juicios morales, fantasías y ensoñaciones. El florentino nos escribe: «Siendo mi propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad real de la cosa que a la representación imaginaria de la misma». La imaginación, las fantasías, la moral, la religión, etc. ocultan la cosa, no la dejan hablar, establecen un velo que nos incapacita para la observación de su verdad, para escuchar su verdad. Por otro, segundo momento, una vez tenemos esa verdad, el método se orienta a la praxis, al qué hacer y cómo hacerlo. La praxis aquí, si quiere ser consecuente, responsable, deberá atenerse a la verdad de la cosa, al ser de la cosa, no a lo que debería ser. El método, en este segundo momento, es flexible, se ciñe a la verdad de la cosa, a las circunstancias, a la coyuntura que ya nos ha hablado en el primer momento. Maquiavelo no tiene remilgos: incluso, caso de encontrarnos en situación de excepción, esto es, con la comunidad ética, sus usos y costumbres, en riesgo de desaparecer, cuando la corrupción y la degeneración dominan, si queremos ser consecuentes, si somos responsables, se impone el suspenso de la moral. El mayor crimen en situación de excepción sería precisamente no recurrir al mal en nombre de una u otra norma moral sagrada si eso nos lleva al peor de los desastres: el fin de la comunidad ética. Concluye Maquiavelo: «aquellos que no saben cambiar de método, cuando los tiempos lo exigen, sin duda prosperan tanto que su marcha se concuerda con la de la Fortuna; pero se pierden cuando esta llega a cambiar. Por lo demás, pienso que más vale ser demasiado atrevido que demasiado circunspecto…».
En ambos momentos, por tanto, se contempla la suspensión de la imaginación, de la moral: en el primero como exigencia para acceder a la verdad, en el segundo, caso de excepción, con vistas a recuperar la vida ética porque, paradoja, del mal, aunque nos cueste creerlo, también es posible que advenga el bien.