sábado, octubre 21, 2006

Zenón de Elea y nuestro lenguaje...


"El segundo es el llamado de "Aquiles" y consiste en lo siguiente: el corredor más lento no será nunca adelantado por el más rápido; pues es necesario que antes llegue el perseguidor al punto de donde partió el perseguido, de modo que es preciso que el más lento vaya siempre algo delante. Este argumento es el mismo que el que se basa en la bisección, pero se diferencia de él en que no divide en mitades el espacio sometido a sucesiva consideración." (Aristóteles, Física, Z 9, 238 b 14; extraído de Kirk y Raven, Los Filósofos Presocráticos, Editorial Gredos)


Jorge Luis Borges quedó literalmente hechizado por las paradojas de Zenón, paradojas que no son debidamente pensadas y que dan lugar a la risa y la guasa de los ignorantes, incluso algún que otro incauto se lanza a correr creyendo refutar al sabio de Elea. Las aporías de Zenón, pongamos la de Aquiles y la tortuga, se han interpretado en clave agonística, como lucha entre una concepción que defendía el movimiento frente a otra que aspiraba a sacralizar el carácter estático de la realidad. No obstante, no es esta interpretación la que cautivara el pensamiento borgiano, hay una compresión del enigma aporético expuesto por Zenón mucho más profunda, a saber la escisión habida entre, por un lado, el logos, el discurso, las palabras, nuestros aparatos conceptuales y, por otro lado, la realidad misma, la physis. Zenón expresa a través de sus aporías la ruptura que hay entre el pensar y el ser, entre las palabras y las cosas. Ahora bien, si tal y como nos sugiere Zenón hay una escisión abismática entre el pensar y el ser, parece entonces que tras Platón nos queda únicamente el universo borgiano de la Biblioteca, de la palabra escrita, ese laberinto de signos, negro sobre blanco, por el que perdernos sin remedio alguno. La palabra es a Borges lo que los átomos son a Epicuro, el principio mismo de la realidad, el arjé, y una vez producido el clinamen, esa desviación originaria que posibilita el orden a partir de la simple contingencia, surge nuestro mundo, el universo de significados en que desarrolla nuestra vida cotidiana. Así, para el escritor argentino, basta ponerse a escribir para que de nuestra pluma afloren mundos infinitos.

En el siglo V aC, en la Grecia clásica, la palabra viva, el discurso oral propio de los sabios, daba lugar al discurso escrito propio de los filósofos, Platón creaba un nuevo género literario y con ello ponía las bases de lo que, en este breve ensayo, doy en llamar el universo borgiano: la Biblioteca. Esta transición aleatoria supuso la pérdida de la palabra viva, de la palabra que al decirla expresaba directamente la interioridad del hablante, su emotividad, aquella palabra inseparable de su dimensión pragmática, de sus circunstancias, fueren las que fueran. A esta palabra le sucedía otra palabra diferente, fija, estática, como gusta a nuestra razón, dicho brevemente: escrita. Se perdía así una amalgama inconmensurable de significados, se empobrecía nuestro mundo, se iniciaba, además, una escisión más radical si cabe entre la palabra y la cosa, entre el discurso y sus circunstancias. El nacimiento de la filosofía devenía como nueva profundización ese abismo que nos invitara a pensar Zenón de Elea.


Pero ocurre hoy, en nuestro camino acelerado hacia el apocalipsis, los expertos en Relatividad General utilizan el término singular Big Crunch para referirse a dicho evento, una nueva revolución en la palabra, en el discurso. Amenaza otro mundo, nuestra Biblioteca borgiana, nuestro universo de la Escritura, se encuentra rebasado a cada instante. Este cambio sobreviene como consecuencia de un nuevo encuentro, ahora entre la palabra y el pixel. Esta nueva palabra, la palabra pixelada, es un producto directo de, por un lado, el bit, la lógica binaria, el álgebra de Boole, la tecnología digital y, por otro lado, de la palabra escrita que genialmente tematizara Borges. Anhelo que estas mis palabras escritas, vistas sobre el tamiz digital, adolezcan de carácter profético alguno pero, posiblemente, Bill Gates sea a la Biblioteca de Borges lo que Platón fue al universo significativo de los clásicos, a aquel universo que se constituía sobre a la palabra dicha a viva voz. Ahora esta palabra pixelada que se alza, insisto, sobre la tecnología del bit, del cero y del uno, del sí y del no, tiene como producto directo la pereza mental y el empobrecimiento de nuestro campo semántico. Los discursos hegemónicos pasan a ser binarios, formados por un sí o un no, por mensajes rápidos, flashes, anuncios instantáneos y compulsivos. El discurso basado en la palabra pixelada nos aboca a una nueva pérdida del potencial significativo de nuestro lenguaje, apunta a un disminución de los significados con que interpretamos lo complejo, nuestro universo semántico cada vez se hace más simple, más binario. Por tanto, las cosas, en la medida que las hacemos presentes vía el lenguaje, cada vez se nos muestran de una manera más pobre.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy más optimista en cuanto a esa descripción de la palabra informatizada y rápida. Creo que internet es una revolución social que pasará a los libros de historia como el descubrimiento del fuego, el invento de la rueda o la máquina de vapor. El mundo se hace más pequeño, la inmediatez y la posibilidad de compartir tus pensamientos, por ejemplo, con tu blog a nivel mundial, era algo imposible hasta ahora.
Cierto que el 90% de los contenidos en internet pueden idiotizar o hasta engañar. Pero eso ocurre y ocurrió con cualquier otra forma de comunicación. Comenzando por la oral. Es el uso que se le da, y la mera existencia de tu blog demuestra que no debe ser tan negativo el medio en el que nos hayamos...

Edmundo V dijo...

Y yo comparto todas tus apreciaciones pero el problema se sitúa en relación al campo semántico y la dimensión pragmática del lenguaje...

Anónimo dijo...

Entonces, no comprendo a qué te refieres, si es dimensión pragmática podríamos hablar de casos concretos?
Creo que me cuesta entenderlo porque tus palabras están pixeladas! :-)

Edmundo V dijo...

Lo que plantea el texto es que el soporte a través del cuál se abre camino la palabra, esto es, la viva voz, la escritura sobre papel o la escritura pixelada, repercute directamente en el significado. Dicho de otra manera, el significado de la palabra no es independiente de su contexto.

Ilustro esto con un par de ejemplos. El enunciado "Te voy a dar una galleta" tiene diferente significado en función de dónde, cuando y por quién sea expresado. Cambiará su significado en función de si se afirma por un padre que está desayunando normalmente con su hijo o si, por el contrario, dicho enunciado se da mientras el hijo está teniendo un comportamiento que difiere de lo que usualmente denominamos como una conducta educada. Otro ejemplo: El significado de una sucesión de expresiones lingüisticas destinadas a cortejar a la amada. Estas expresiones si surgen de viva voz del amante tendrán mucha más carga significativa (las palabras irán acompañadas de gestos, miradas, tonalidades, etc.) que si te las encuentras, pongamos, en un texto literario.

Ahora, la tesis que defiendo es que la palabra que tiene por soporte el pixel, si bien llega más lejos geográficamente hablando e incluso alcanza a un número de receptores mucho más basto, pierde significado respecto al texto literario.

Ender el Xenocida dijo...

Estoy de acuerdo.
Entonces, ¿dónde reside el significado total de lo que realmente queremos transmitir? Sólo en nosotros mismos. En cuanto lo exteriorizamos, pierde significado y ya no es lo mismo.
Entre la palabra pixelada y el texto literario pueden haber diferencias. Creo que no sólo por quién lo expresa sino que podría influir la actitud del que recibe la información. La actitud del internauta frente a la del lector de libros pueden hacer diferente el significado de lo que están recibiendo...

Anónimo dijo...

La otra vez me comentaba un amigo que hay un tipo (no recuerdo su nombre, pero sigue la misma línea de Walter Wong) que argumenta que el internet, gracias a los hipertextos que permiten que la información se "corte" o más bien se desvíe, nos hará "configuracionales" (como las personas de las culturas orales, que hacen muchas "desviaciones" al hablar ya que no tienen la herammienta de la escritura).
A cerca de que cuando exteriorizamos algo ya no es lo mismo, creo que eso es de lo que habla Lacan cuando dice que la comunicación siempre es un fracaso, por eso nos seguimos comunicando.

Me gustó tu blog, saludos.

Ah, por cierto, acerca de Borges, la clasificación que hace de los animales según los chinos sólo la he visto citada en Las palabras y las cosas de Foucault, ¿sabes a qué cuento pertenece?

Edmundo V dijo...

Discernir dónde reside el significado es algo muy difícil, tan difícil que no hay acuerdo entre los especialistas del tema a día de hoy.

Frege, un matemático cuyo pensamiento originario se preocupaba por la fundamentación de las matemáticas y que acabó siendo el fundador de la filosofía del lenguaje, te diría que el significado de un enunciado se encuentra no tanto en el objeto designado (referencia) como en el modo de expresar (sentido) dicho enunciado. En la formulación fregeana hay algo que no me acaba de convencer... ese recurso al usuario competente del lenguaje como condición sine qua non para el reconocimiento del sentido, del significado. ¿Quién es un usuario competente del lenguaje?

Otro enfoque en línea con Lacan -tal y como apunta Ana- situaría el significado por detrás de nuestras cadenas de significantes, esto es, que la formulación de expresiones lingüísticas que conforman el ámbito simbólico son un intento por traer al plano de la conciencia los significados propios del ámbito imaginativo donde se constituye el deseo (plano del inconsciente). Desde esta perspectiva, el lenguaje no es más que el intento de realizar un deseo que, a menos que se esté preso del narcisismo, se reconoce (siempre de forma incompleta) en el otro, en lo Otro. Por tanto, de suyo el ejercicio lingüístico lleva implícito siempre un sujeto de deseo y un sujeto deseante, el significado, la imagen constitutiva del deseo propia del sujeto deseante, busca reconocerse en lo Otro, necesita de lo Otro.

Ana tu blog me ha gustado mucho, en especial esa imagen que tienes en portada y que proclama la ausencia de teleología, la inexistencia de un destino escatológico prefijado. Vienen a mi los famosos versos de Antonio Machado: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar".

Anónimo dijo...

también te puse en los links :)