sábado, diciembre 23, 2006

La ilusión teleológica

«Mi padre es de Madrid, mi madre de Valencia y yo de Terrassa. ¡Qué casualidad que nos hayamos conocido!»

Este chiste, aparentemente absurdo, pensado con atención, da con el secreto mismo de una ilusión ideológica que vivimos cotidianamente. ¿Cómo puede llegar a explicarse que mis padres se conocieran y que, además, el producto fuera el que escribe este texto? La mera formulación de esta pregunta ya entraña la citada ilusión teleológica que consiste en pensar que todo lo que ocurrió en el pasado respondía a un fin, a saber, dar conmigo en mi situación actual. No obstante, hay trampa. Carece de sentido el interrogante citado porque por detrás de lo que hay está siempre-ya la contingencia, es decir, lo que ha ocurrido es lo que ha ocurrido (obvio) pero podría haber ocurrido de otra manera, sin más. Otras preguntas típicas que evidencian nuestros razonamientos teleológicos son las siguientes: ¿Por qué me pasó esto a mí? ¿Qué hubiera ocurrido si en vez de hacer esto hubiera hecho aquello otro? ¿Sería ahora más feliz si mi antigua pareja no me hubiera dejado? Todas estas cuestiones tienen un mismo denominador común: El esfuerzo implícito de dotar de sentido a todo el pasado y al presente a través de una especie de plan oculto, de una mano invisible ordenadora, que opera por debajo de la realidad con arreglo a un fin. Se trata, en resumen, de eliminar lo contingente sustituyéndolo por la teleología.

Pongamos otro ejemplo quizá algo más ilustrativo. El héroe de Las mil y una noches, tras una dura y larga travesía por el desierto de varias semanas repleta de casualidades y accidentes, llega a una cueva y descubre, al adentrarse en ella, que le espera una comunidad. Ésta nada más verlo entrar en la cueva le dice eufóricamente: «¡Oh! ¡Llevábamos centenares de años esperando que llegaras!» A partir de este momento, nuestro héroe, si se identifica con el universo espiritual de la comunidad que esperaba "su" advenimiento dotará de sentido a todo su pasado, incluso a su presente. Todos los accidentes, todas las dificultades que tuvo que enfrentar a lo largo de su larga travesía por el desierto, cobrarán sentido por efecto de un subterfugio milagroso, a saber, respondían a un fin que realizaba determinado plan oculto orquestado por una mano invisible y ordenadora que él desconocía. Nuevamente, tenemos que lo contingente es suprimido por efecto de la ilusión teleológica: El pasado, antes arbitrario y sin sentido, ahora se explica a través de un fin, a saber, ese ideal simbólico, ese lugar en el universo espiritual de la comunidad que permanecía vacío.


Esto no es moco de pavo, incluso hoy parte de la comunidad científica defiende el Principio Antrópico (en su versión fuerte), esto es, asegura que la materia se organizó de la manera que lo hizo, que el sistema planetario se conformó tal y como lo conocemos, que hay vida como la entendemos, que el mundo humano es lo que es y no otra cosa porque, en el fondo, ya había en el origen un diseño del Universo que respondía a este fin, a saber, que las cosas llegaran a ser como son y no de otra manera. Nuevamente nos las habemos con la teleología, con esa ilusión que, sin darnos cuenta, lleva ahora al razonamiento siguiente: «Si las cosas son de la manera que son y no de otra manera porque en el origen, en el famoso Big Bang, ya se encontraba el diseño, el modelo, el plano oculto, que respondía a tal fin entonces ¿quién o qué fue el creador de dicho plan?» Aquí, ¡atención!, teología y teleología confluyen para hacer de la ciencia una arma ideológica, una máscara ilusoria, al servicio de la religión.

3 comentarios:

Ender el Xenocida dijo...

Creo que tu descripción del principio antrópico no se ajusta a la realidad. Incorporas una necesidad causal en el principio, es decir, que había un plan para que todo sea como es y que sólo así se explica la Naturaleza que observamos. Normalmente, no es ese el sentido en el que se usa el principio antrópico ni es una implicación necesaria de su enunciado. Esa idea, así expuesta, es tan sólo eso: una idea...
En física, a diferencia de la filosofía, las ideas no son sólo ideas: además, se someten a análisis experimentales!
Hay varios ejemplos de cómo la utilización del principio antrópico ha predicho resultados correctos. Uno de ellos fue la predicción de Fred Hoyle de que debía existir un nivel energético no detectado en el Carbono para permitir que las estrellas generen más núcleos pesados (que el Carbono)en la nucleosíntesis. De otro modo, no sería posible la creación por fusión de la variedad de elementos observada, y por tanto no habría vida, tal y como la conocemos. Posteriormente, en 1953, la predicción de Hoyle fue corroborada por Fowler, encontrando el nivel energético predicho por éste.
La motivación de Hoyle fue puramente antrópica. Buscó una explicación teleológica, en el sentido de partir del resultado final (que es el hecho de que nuestra propia existencia es posible), y de ahí dedujo (o como tú dirías, tuvo una ilusión) unas implicaciones experimentales que resultaron ser correctas.
Ninguna otra motivación, en aquel momento, hubiera hecho enunciar la predicción de Hoyle, sólo una de tipo antrópico. Opino que Hoyle no tenía porqué pensar que había ningún plan oculto en el origen del Universo, o una mano creacionista. Sencillamente, hizo un ejercicio de deducción basado en los conocimientos previos sobre el comportamiento de las estrellas y el Carbono.
De todos modos, -y aunque éste sólo fue una primera aplicación del principio a la que sucedieron más (muchas con éxito experimental)-, estoy de acuerdo en que no debe tomarse el principio como un recurso fácil para explicar lo que no podemos explicar de ningún otro modo. Siempre debe ser usado con cautela y sometidas sus predicciones a la experimentación.

Saludos!

Edmundo V dijo...

Querido Ender, ;-)

Una cosa es buscar hipótesis contrastadas experimentalmente que hagan plausible una explicación del emergimiento de la vida y del mundo tal y como es hoy. Hasta aquí se hace ciencia. Este es el Principio Antrópico débil. Esto es aceptable.

Otra cosa bien diferente es afirmar que lo que hay es lo que hay porque no podía ser de otra manera pues todo lo pasado no es más que una sucesión de capítulos que, necesariamente, preparaban lo que hay. Efectivamente, aquí hay necesidad, esto es, que no sólo lo que hay de hecho es así sino que tiene que ser así y no puede ser de otro modo. Esto es pura religión. Este es el llamado Principio Antrópico fuerte.

Ender el Xenocida dijo...

Estimado Edmundo :-)
El ejemplo que he descrito, que tiene que ver con el valor de algunas constantes de la Naturaleza, el de Hoyle, es un ejemplo del principio antrópico fuerte.
La versión débil del principio se basa en la premisa de que los seres vivos (nosotros) deben encontrarse en una parte del espacio y el tiempo en el que hayan condiciones favorables para la vida.
La versión fuerte extiende esto a las constantes universales de la física. Por lo que es más restrictivo. Es decir, que los seres vivos deben encontrarse en un espacio y un tiempo donde las constantes de la física sean favorables para que puedan existir. Ésta fue la motivación de Hoyle, ya que la estructura energética del Carbono está relacionada con unos valores muy precisos de constantes universales.
Como ves, el uso de este principio, no es tan extravagante como puede parecer desde una exposición puramente filosófica, ya que a ti mismo te ha parecido razonable el trabajo de Hoyle.

Ahora bien, estoy de acuerdo en que la versión fuerte del principio puede verse como una necesidad de que los valores de esas constantes sean los que son para permitirnos la existencia. Y caeríamos en esa pura religión de la que hablas.
No obstante, otra interpretación del principio fuerte es la de que existimos en uno de múltiples Universos posibles, cada uno de ellos con valores de las constantes diferentes. La premisa de que efectivamente existimos haría que lo hagamos en un Universo y no en otro, ya que -por ejemplo-, en otro, la constante de estructura fina no tendría el valor tal que permitiera la unión de núcleos más pesados que el Carbono, y por ende, en los protoplanetas de sus sistemas solares nunca evolucionarían organismos complejos como nosotros.
De este modo, no es necesaria la existencia de un plan predefinido para demostrar nuestra existencia, sino que por puro azar, habitamos en una de infinitas opciones recogiendo en ellas todas las probabilidades posibles, y por supuesto, en muchas de ellas, la vida no será posible, ya que tendrán valores de las constantes incompatibles para ello. Se evita, así, la necesidad y se mantiene la contingencia de nuestro origen.

En mi opinión, la evidencia de que existimos, debe ser un dato más a tener en cuenta a la hora de estudiar el Universo a gran escala. No somos espectadores externos al Universo. Mucho de lo que permite que existamos (físicamente) puede medirse en el laboratorio y debe tenerse en cuenta al abordar los modelos cosmológicos.

Saludos.