Hablar de idea en Leibniz, como en Descartes, es hablar de "resolución" en relación al "que es" y al "qué es", esto, es hablar de validez, de Ser, de contenido válido del pensamiento. 
Ahora bien, este proceso para discernir lo que es una
idea de lo que no lo es, esto es, ese pasar de un orden de hecho (
factum), de lo dado al pensamiento de forma inmediata, de la mera presencia, a un orden de legitimidad (
de iure), en Descartes implicaba una traducción a configuraciones de extensión, un matematizar. Leibniz va a criticar ese reconocimiento último de la
idea en la extensión como un nuevo reconocimiento fáctico que evita la facticidad de lo dado en la percepción empírico-sensorial para volver a encontrárselo ahora en el reconocimiento fáctico de lo matemático. Así pues, el esfuerzo por discernir lo que es un posible contenido válido del pensamiento, una
idea, un
possibile, pasa por evitar todo reconocimiento fáctico de la misma. Para Leibniz dicho reconocimiento se va a dar en el proceso de deconstrucción (
resolutio) y construcción (
compositio) del candidato a
idea, del
possibile, una deconstrucción, esto es, un análisis del
possibile en elementos más simples que no tiene fin y una ulterior construcción a partir de éstos. Obviamente, si el proceso nunca está fácticamente dado no podemos recorrerlo de hecho, lo que no quita que en varios pasos de deconstrucción e intento de construcción podamos dar ya con ideas falsas . En virtud de esta imposibilidad de recorrer todo el camino de
resolutio-
compositio Leibniz, precisamente, nos habla de
possibile, esto es, de la
idea como posible contenido válido del pensamiento, nunca de contenido válido de pensamiento efectivo. Por ejemplo, si pensamos "triángulo de dos ángulos obtusos" al deconstruir tendremos "triángulo" y "dos ángulos obtusos" pero cuando intentemos contruir a partir de esos dos elementos más simples el "triángulo de dos ángulos obtusos" veremos que no es posible. Ocurriría lo mismo con un "decaedro regular" y no con un "dodecaedro regular".
Para Leibniz una Substancia es un "punto" final en el recorrido de
compositio, es decir, es una construcción saturada, completa, es ese
possibile, ese posible contenido válido del pensamiento , esa
idea, que ya no admite ninguna nueva determinación. Leibniz también la llama
concretum o
notio completa. Ahora bien, el carácter saturado de la Substancia no excluye que pueda haber una pluralidad de Substancias, es más, el filósofo alemán nos invita a pensar cada Substancia como diferentes "perspectivas", "puntos de vista", del Universo, del uno-todo.
Llegados a este punto se define la
relación de equivalencia (transitiva, simétrica y reflexiva)
de composibilidad que dice así: Dos Substancias son "composibles" si son diferentes "perspectivas" de un mismo Universo. Por el contrario, se dice que NO son "composibles" si son puntos de vista de Universos distintos. Dada una
relación de equivalencia se define el
conjunto cociente entre el conjunto de todas las Substancias y dicha relación, los elementos del cuál se denominan
clases de equivalencia y son, a su vez, conjuntos de Substancias composibles entre sí. Es decir, que cada
clase de equivalencia, en nuestro caso, está formada por las diferentes perspectivas de un mismo Universo. A estas
clases Leibniz las llama
mundos posibles aunque en realidad lo posible no son los mundos sino las Substancias de cada uno de los mundos.
Ahora bien, si toda Substancia es un
possibile entonces de qué se excluyen dos Substancias no "composibles"? Se excluyen del
existir. Con esto, de momento, únicamente hemos dado una definición nominal de
existir. Vamos a ver en qué consiste realmente la noción de
existir. Esto lo veremos cuando veamos qué distingue a las Substancias de uno y sólo uno de los
mundos posibles.
La noción de
existencia no puede pertenecer al propia Substancia en virtud de su carácter saturado. El "qué" de la Substancia es la posibilidad, el poder recorrer todo el camino
resolutio-
compositio, la
existencia no forma parte del
quid de la Substancia.
Leibniz se va a plantear que el
existir o bien pertenece a toda Substancia o bien no pertenece a ninguna. Ahora bien, afirmar que no pertenece a ninguna es negarse a dar razón del
existir mismo, es renunciar a su inteligibilidad, cuando de ordinario hablamos de
existir. Luego partamos de que pertenece a toda Substancia o, dicho de otra manera, que toda Substancia reclama
existir. Ahora bien, hemos visto que si dos Substancias no son composibles se excluyen del
existir aún siendo ambas posibles, luego el que exista una y no la otra o viceversa es puramente contingente. Por tanto, el
existir es
contingencia. Ahora bien, en virtud de que Substancias no composibles son "perspectivas" de Universos distintos o dicho de otra manera, que cada
clase de equivalencia definida por la relación de composibilidad, esto es, cada
mundo posible, determina un único Universo y, además, sabiendo que hay un único Universo, entonces sólo puede haber un único
mundo posible, una única
clase de equivalencia, cuyas Substancias existan.
Ahora bien, ¿Qué
mundo posible escoger? Determinado este mundo quedará esclarecida la cuestión de la
existencia. Si toda Substancia posible "reclama
existir" -dice Leibniz- habrá que decantarse por aquél mundo que excluya la
existencia el mínimo de Substancias posibles que, a su vez, será el
mejor mundo posible, esto es, el más rico esencialmente hablando, el que tenga más
quid, más "qué", el que implique más pluralidad, más entidad. Bien viene de Ser, Bien es entidad. Por tanto, queda escogido aquel
mundo posible que implica el máximo de Substancias composibles. Por tanto, finalmente,
existente es aquello que es composible con más cosas que cualquier incomposible con ello.
Queda ahora una última cuestión: ¿Realmente podemos afirmar que
algo existe? Aquí el filósofo alemán retoma el argumento cartesiano, esto es, si de algo se tiene certeza es de que "yo" pienso, luego existo, sólo que ahora este "yo" no es cartesiano sino leibniziano, afirmar la
existencia de un "yo" es afirmar la
existencia de una Substancia, de una "perspectiva" del Universo, precisamente por su carácter de uno-todo pues en mí está todo lo que hay y todo lo que hay está en mí.