domingo, octubre 01, 2006

Propuesta de Imperativo Categórico Materialista


El materialismo nominalista, desde el momento que afirma la escisión entre el pensar y el ser, desde el instante que niega toda metafísica y afirma que «la vida es sueño», esto es, que nuestra existencia transcurre en un universo más o menos fantasmagórico de significados, rechaza a su vez las pretensiones de alcanzar fundamento moral alguno. Por tanto, los principios desde los cuáles se emprende toda práctica moral no dependerán, en última instancia, de determinadas esencias acabadas correspondientes a un sujeto trascendental (Kant) u otra instancia metafísica cualquiera (Dios, por ejemplo) sino que, por el contrario, dichos principios morales arrancarán ineludiblemente del cuerpo, así como de unas condiciones materiales históricas y concretas. En consecuencia, para el materialismo, el IC a partir del cuál orientar nuestra conducta no puede consolarse con la autocomplacencia de saberse revestido de una forma racional (coherencia, pretensión de universalidad, etc.) sino que, además, debe descansar en un fuerte vínculo con las condiciones materiales concretas, con la experiencia histórica desde la cual se formula dicho imperativo. El IC materialista, por tanto, se alza sobre esa contradicción entre el aspecto formal y el material, atendiendo a lo formal en la medida que aporta racionalidad, coherencia, regula y orienta la práctica, pero, a la vez, apegado a la corporeidad, a su momento, a la contingencia histórica, de forma que no devenga un imperativo abstracto vacío de contenido. Este situarse en la contradicción, entre idea y materia, entre explotados y explotadores, en la lucha de clases, es muy característico de Marx. No es de extrañar, así pues, que a lo largo de toda la tradición marxista se observe ese juego dialéctico entre, por una lado, la lógica que se desprende de la frase «no es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia” y, por otro lado, esa tesis que afirma «cuando las ideas arraigan en la masas devienen una fuerza revolucionaria». De una parte, coyuntura política, circunstancias materiales, de otra parte, llamada a la función movilizadora y transformadora de la propia realidad material que tienen las ideas siempre que éstas sean terrenales, siempre que representen de forma acertada dicha coyuntura y circunstancias. Encontramos aquí un juego entre lo inmanente, propio de ese atender a las condiciones característico del materialismo, y lo formal, propio de una ética como la de Kant, que nos parece sumamente fecundo.

Con vistas a ilustrar esta posición filosófica que se sitúa en ese lugar enigmático llamado contradicción recurrimos a una crítica de la segunda formulación del IC de Kant: «Actúa de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como un fin, nunca simplemente como un medio». A nuestro juicio, un materialista puede coincidir perfectamente con el espíritu propuesto en este imperativo moral. Tratar a las personas como un fin en sí mismas, con dignidad, no como un medio, nunca como un mero instrumento sujeto a intereses contingentes, como fuerza de trabajo, esto es, como simple mercancía, etc. Nos parece ésta, en definitiva, una propuesta que, en un marco estrictamente teórico, puede ser perfectamente asumida por el filósofo materialista. Ahora bien, la deficiencia de la propuesta kantiana estriba en que se sitúa en un nivel de abstracción tan general que deviene vacía de contenido y, por tanto, difícilmente puede orientar y regular práctica concreta alguna en una coyuntura material determinada. El materialista conserva de la formulación kantiana de IC ese espíritu que busca establecer un vector a la práctica humana pero considera imprescindible que dicho imperativo, si pretende poseer una fuerza orientadora real, «una fuerza revolucionaria», parta de lo concreto, atienda a las circunstancias materiales, a la corporeidad. Lejos de las grandes abstracciones del filósofo acomodado, más allá de esa filosofía del sujeto que se mira al ombligo, el pensamiento del filósofo materialista transcurre en los suburbios donde los cuerpos sufren, allí donde se encuentran los excluidos, los explotados, los parias de la tierra. En estos rincones oscuros y olvidados del infierno subterráneo se alojaron Spinoza y Marx hasta su muerte, ahí pensaron cómo dar salida a tanto dolor. El materialista buscará un imperativo que, partiendo de esa experiencia de sufrimiento de los cuerpos más indefensos, establezca un horizonte posible superador de las relaciones sociales que esclavizan al ser humano. Un imperativo materialista alternativo al de Kant podría ser: «Actúa de forma que la humanidad avance hacia la superación de las relaciones capitalistas de producción». Encontramos en esta formulación el llamado a una práctica que se sabe en el marco de una sociedad dominada por las relaciones mercantiles en general y por las relaciones capitalistas de producción en particular. Este imperativo, por tanto, se sitúa en una coyuntura material concreta y, en consecuencia, posee un contenido material que potencia su capacidad orientadora: ¡superar dichas relaciones! El IC materialista está en la antípoda del planteamiento trascendental kantiano en tanto que no busca la solución en el sujeto sino que, por el contrario, parte de la experiencia concreta de aquellos que sufren en su “carne” unas relaciones sociales que organizan nuestra vida material de forma que hay explotadores y explotados, opresores y oprimidos, ya se sabe, esa historia que no es historia, ese eterno presente de lucha de clases.


A modo de conclusión, el materialista reconocerá el mérito que hay tras el espíritu del IC de Kant, esa inclinación a reconocer la dignidad de las personas, así como esa función reguladora que hay tras el aspecto formal del imperativo moral, pero, a la vez, objetará que dicho reconocimiento pasa por superar la organización material que, día tras día, hace de nosotros una cosa.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

El IC alternativo que propones debería ir acompañado de un corolario que definiese qué son las relaciones capitalistas de producción.
¿Puede darse una relación capitalista de producción que no utilice al individuo como un medio sino como un fin? En ese caso, sería moral, según esa moralidad que intentaba definir Kant.
Contestarás tal vez que no hablamos de casos concretos sino de un sistema global inmoral y que esa inmoralidad lo impregna todo. Pero mientras vivimos en ese sistema global, ¿es posible una relación de producción o mercantil que sea moral? Porque, si no es posible, estaríamos diciendo que toda la política izquierdista no revolucionaria es un fraude ya que alimenta las relaciones inmorales entre las personas, suavizándolas para que duren por más tiempo sin incidentes revolucionarios.

Edmundo V dijo...

Las relaciones entre seres humanos son muchas y variadas, pueden ir desde una relación de amistad, una relación de parentesco, a una relación establecida entre las personas como consecuencia de la posición de éstas respecto a los medios de producción.

Para Marx de entre todas las relaciones sociales las más importantes son las relaciones sociales de producción y de entre éstas las más importantes son las relaciones de propiedad. Es sobre la base de las diferentes relaciones sociales de producción en general y sobre la base de la relaciones de propiedad en particular que se alzan cada una de las formaciones sociales históricamente determinadas. Desde una posición materialista esto es fundamental pues somos poco más que aquello que producimos, pensamos en función de lo que producimos y cómo lo producimos.

En la sociedad capitalista la relación social determinante viene dada por la propiedad privada burguesa y por las relaciones mercantiles de intercambio. Estas relaciones cosifican al ser humano en la medida que lo constituyen a mercancía, esto es, en fuerza de trabajo susceptible de ser vendida y comprada. Esta es la relación clave que establece la lógica del sistema capitalista en su conjunto.

En el marco del capitalismo son posibles otro tipo de relaciones sociales como por ejemplo las relaciones humanas de amistad. No obstante, éstas relaciones no son exclusivas de esta formación socioeconómica ni le son características ni definen su lógica inmanente.

Creo que ahora quedará más claro el IC materialista.

Completamente de acuerdo con tus apreciaciones acerca la izquierda que únicamente aspira a reformar el sistema.

Gracias Ender !

P.d: tengo un libro para ti... "El juego de lo posible" de François Jacob, premio nobel en medicina, especialista en genética, contrario a todo reduccionismo, especialmente al reduccionismo propio de la sociobiología de Wilson. Te lo llevé el sábado pero como no apareciste...

Anónimo dijo...

Bien, queda más claro, pero sería necesaria una definición exacta de lo que es una relación capitalista de producción para diferenciarla de cualquier otra relación mercantil. Relaciones mercantiles han habido durante la mayor parte de la historia de nuestra especie (algunos autores la descartan totalmente en homo neanderthal, aunque hay dudas). En cambio, las relaciones capitalistas, entiendo que aparecen posteriormente a las revoluciones burgesas.

PD: Gracias por el libro. Al final, me quedé dormido, es que trabajé mucho ese día, perdón...

Edmundo V dijo...

Por supuesto Ender.

La relaciones mercantiles son muy anteriores a las relaciones capitalistas de producción. Incluso parece ser que sobre la base de las experiencias habidas sobrevivirán por largo tiempo al capitalismo.

Las relaciones de producción capitalistas son aquellas que dan lugar al surgimiento del capital, esto es, a aquella masa de medios de producción, dinero, mercancías, etc., de las cuáles se extrae un beneficio sobre la base de la explotación del trabajo asalariado. Dicho de otra manera, las relaciones sociales capitalistas son aquellas que convierten, por primera vez en la historia, la fuerza de trabajo en una mercancía cuyo valor de uso es la de producir más valor que el que ella misma encierra. Ese incremento entre el valor obtenido tras realizar el valor de uso de la mercancía fuerza de trabajo y el valor de la propia fuerza de trabajo es lo que Marx llamó plusvalía.

Saludos,
Edmundo

Anónimo dijo...

OK.
¿Es posible crear una empresa que sobreviva un tiempo razonable (por lo tanto, que dé estabilidad a sus asalariados) en el sistema capitalista sin generar plusvalía?
Creo que no. Es como entrar en un río. Si quiere sobrevivir tiene que jugar al mismo juego que las demás en esa especie de selección natural empresarial.
¿Sirven de algo las mejoras sociales para los asalariados? Creo que a gran escala no sirven de nada, ya que harán a esa empresa menos competitiva con lo que se realimenta más la competición misma entre las demás.
En conclusión, tu IC es una incitación a la revolución social y no hay cabida para lugares intermedios. Cualquier otro matiz es inmoral.
El drama es que la inmoralidad ya forma parte de la conciencia de las clases oprimidas. Y esto es un síntoma claro de adaptación al medio.

Saludos.

Edmundo V dijo...

Tú mismo das las respuestas.

La ideología dominante siempre es la de la clase social dominante. Las relaciones sociales dominantes y la práctica moral e ideológica que se deriva de ellas atraviesan nuestra conciencia funcionando como la gramática al lenguaje.

Este hecho únicamente se rompe en los periodos que Gramsci denominaba con el nombre de catarsis, esto es, cuando la conciencia social mayoritaria no se corresponde con las relaciones sociales dominantes. Ahora bien, las catarsis sólo se dan cuando los de abajo no quieren y los de arriba no pueden vivir a la antigua ausanza, esto es, conforme a las relaciones sociales aún dominantes. LLegados a este punto los de abajo hacen saltar en pedazos las antiguas relaciones sociales para establecer unas relaciones sociales nuevas.