miércoles, abril 11, 2007

El origen epicúreo de la realidad (III)

En el origen, en lo que los griegos denominaban con la palabra arjé, esto es, antes de que hubiera realidad, antes de que hubiera mundo alguno, sólo había una lluvia atómica, átomos cayendo en línea recta a través del vacío...


Ahora bien, dada esta situación originaria si algo podía ocurrir sólo podía ser una cosa, a saber, que un átomo negara su ser, esto es, que se produjera una pequeña desviación, que un átomo se saliese por poco que fuera de la recta que definía su ser. De alguna manera puede decirse que si en el origen la recta definía el ser de cada átomo entonces una vez sucedido el clinamen, esa desviación originaria de carácter contingente, los átomos anteriores y posteriores a dicho clinamen no son ya los mismos. No obstante aunque muy interesante este es un tema que no vamos a poder tratar aquí. Siguiendo con lo que nos ocupa, sucedida esa desviación, producido el clinamen, los átomos empiezan a colisionar entre sí dando lugar a la realidad, empiezan a conformarse torbellinos atómicos que darán lugar a los mundos. Estos mundos que surgen y desaparecen como los remolinos de viento serán resultado de la estricta coincidencia casual, del encuentro aleatorio de átomos. Esta forma de razonar que pone en el origen de la realidad y de todo mundo la contingencia y no la causa necesaria o teleológica es muy característica de Epicuro, también lo será en el futuro de pensadores tales como Maquiavelo, Rousseau o el Marx maduro. Vamos viendo como asoma con Epicuro un pensamiento que se construye en clara oposición al platonismo y al aristotelismo, nos atrevemos a decir incluso contra el pitagorismo. Además, Epicuro afirmará en clara oposición a Aristóteles (384-322aC) que no hay un único mundo sino que: «los mundos existentes son infinitos, tanto los que se parecen al nuestro, como los que son por completo distintos» [45, Carta a Heródoto], unos siglos más tarde Giordano Bruno sería quemado vivo por la Iglesia romana por defender, entre otras cosas, posiciones filosóficas como la siguiente: «Yo puedo imaginar un infinito número de mundos parecidos a la tierra, con un jardín del edén en cada uno».

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