domingo, abril 01, 2007

Epicuro, una experiencia y una elección (I)

Iniciamos con este post una breve serie acerca de Epicuro...

Pierre Hadot en su libro ¿Qué es la filosofía antigua? escribe que el pensamiento filosófico de Epicuro (342 - 271aC) empieza por una experiencia, la de la "carne", y continúa con una elección, el placer entendido como ausencia de dolor.

La experiencia de la "carne", esto es, la vivencia fenomenológica de sentirse algo que siente, que sufre, que es sujeto de emociones, lleva a la toma conciencia de nuestro carácter corpóreo, de que somos cuerpo, polvo enamorado podríamos decir literariamente siguiendo a ese genial poeta estoico del Siglo de Oro español llamado Francisco Quevedo. Ahora bien, en Epicuro esta toma de conciencia de la “carne” viene acompañada del establecimiento de un principio ético a partir del cual guiar y orientar la conducta moral, dicho principio es la elección del placer. Epicuro dirá a su discípulo Meneceo: «El placer es el principio y el fin de una vida feliz, porque lo hemos reconocido como un bien primero y congénito» [129, Carta a Meneceo]. La elección moral del placer, entendido éste como ausencia de dolor, de sufrimiento, es la opción por el respeto a ese algo que nos es constitutivo e imprescindible, ese algo que es conditio sine qua non del resto de nuestras experiencias vitales. Ese algo es el cuerpo. Spinoza dirá siglos más tarde, a pesar de ser también, igual que el poeta español, un pensador fuertemente influenciado por el estoicismo, aquello tan sencillo y profundo de que somos cuerpo que piensa.

Es importante poner de manifiesto que en contra de lo difundido por la tradición cristiana, el placer del que habla el sabio de la Escuela del Jardín no es el placer cinético, agresivo, no es el gusto superficial y efímero del goce sexual gratuito o la gula desmedida sino el placer catastemático, tranquilo, que se encuentra en las satisfacciones espirituales, en la mesura y en la amistad. Por tanto, será a partir del placer entendido de esta manera que la ataraxia, esto es, la serenidad, la autosuficiencia y la imperturbabilidad que permiten alcanzar la felicidad, será posible. Así pues, la vida feliz sólo puede conseguirse mediante el respeto al cuerpo propio y a los cuerpos ajenos, mediante una existencia que evite el sufrir propio y ajeno.

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