sábado, diciembre 30, 2006

El argumento del relojero

Seguimos con la ilusión teleológica y lo absurdo de determinados argumentos por analogía...

En un breve artículo de hace pocos días titulado «La ilusión teleológica» se explicaba lo ilusorio, lo falso, de aquella representación de la realidad que supone que lo ocurrido responde siempre a un fin, esto es, que todo lo que hay responde a una intención, que esto o aquello es tal cual es porque se despliega conforme a un diseño o modelo originario concebido por alguien o algo.

Ahora voy a presentar un archiconocido argumento utilizado por Paley en su Teología Natural, obra publicada algunos años antes que el Origen de las especies de Darwin publicado en 1859, para "demostrar" la existencia de Dios. Con ello pretendo dar una vuelta de tuerca más entorno a un argumento ya citado en «La ilusión teleológica», a saber, que la teleología está al servicio de la Religión.

El argumento de Paley, usualmente llamado «El argumento del relojero», dice así: A nadie se le ocurre dudar al observar un mecanismo tan sencillo como un reloj que éste es el producto de una creación, que es el resultado de un trabajo intencional. A ninguna persona en su sano juicio se le puede ocurrir pensar que un mecanismo como el del reloj, con sus engranajes dentados, su soledoide, su bobina, etc. dispuestos de manera precisa entre sí para funcionar y medir el tiempo es consecuencia de una sucesión casualidades que, progresivamente, han ido dando forma a sus partes y que, además, han dado con el acople entre sí de dichas partes para dar con la función deseada. ¡Nadie que no esté loco puede pensar que un reloj es consecuencia del azar! Así pues, ¿quién puede pensar que un organismo como el humano, mucho más complejo que el de un reloj, es producto del azar? A ninguna persona razonable se le puede ocurrir negar que todo ser vivo, con sus partes dispuestas entre sí idóneamente, cada una cumpliendo su función, su finalidad, interdependientes entre sí, etc. es el producto de un artesano sumamente hábil y poderoso que nos concibió. Nadie en su sano juicio puede dudar que somos criaturas de Dios.

Nuevamente nos las habemos con lo absurdo de la analogía...

jueves, diciembre 28, 2006

Actitudes proposicionales en el primer Russell

Expongo una problemática propia de la primera Teoría Semántica de Bertrand Russell, expuesta en Los principios de las matemáticas (1903), en relación con las atribuciones de dicto y de re de las actitudes proposicionales.

Para Bertrand Russell (1872-1970) la noción de proposición puede contemplarse de dos modos estrechamente relacionados entre sí, a saber, de forma semántica y de forma epistemológica. Desde la perspectiva semántica una proposición es la entidad significada por un enunciado, es decir, lo significado por una oración que tiene valor de verdad, esto es, que es verdadera o falsa. A su vez, desde un punto de vista epistemológico, dicha proposición es el objeto de cierta actitud proposicional, esto es, es el objeto que un determinado sujeto desea, quiere, teme, cree, etc.

Para Bertrand Russell, también en su primera Teoría Semántica, los nombres propios denotan directamente cierto objeto concreto. Así, la palabra "Platón" denota el objeto Platón, esto es, el filósofo concreto que existió en Atenas en el siglo IV aC. Ahora bien, si nombres propios como "Juan" y "Luis" denotan un mismo objeto, es decir, denotan a una misma persona, entonces está claro que los enunciados:
Juan es Luis (1)
Luis es Luis (2)

expresan una misma proposición.

Ahora bien, ¿qué ocurre con los enunciados cuya proposición expresan actitudes proposicionales? Veamos los siguientes enunciados:

Iván cree que Juan es Luis (3)
Iván cree que Luis es Luis (4)

Estos enunciado son ambigüos en la medida que se prestan a una doble interpretación: de dicto y de re.

La interpretación de dicto supone que Iván tiene como objeto de su actitud proposicional la proposición expresadas por los enunciados subordinados (1) y (2). En principio (1) y (2) expresan una misma proposición y, por tanto, también (3) y (4) deben hacerlo. Ahora bien, Iván puede perfectamente no creer (1) y sí creer (2), luego (3) y (4) diferirían en cuanto a su valor de verdad, esto es, (3) sería falsa y (4) verdadera. Ésto representa un serio inconveniente para la primera Teoría Semántica de Russell en la medida que no permite discernir entre diferentes actitudes proposicionales.

Ahora bien, los enunciados (3) y (4) permiten otra interpretación, de re, bajo la cuál esta Teoría Semántica sí tiene un buen resultado, es decir, (3) y (4) no diferirán en valor de verdad. La presento con el enunciado (3): Iván cree de alguien que es Luis y ese alguien resulta ser Juan, aunque él no se lo representa necesariamente como Juan. Ésta es la interpretación de re, la cuál claramente compromete mucho menos en la medida que la actitud proposicional de Iván tiene como objeto únicamente a Luis y no los enunciados subordinados (1) y (2) al completo. Bajo esta interpretación Iván simplemente cree de alguien que es Luis e, independientemente de ello, de su creencia, Luis y Juan denotan la misma persona.

No obstante, usualmente, (3) y (4) se interpretan de dicto, cosa que, junto a otros problemas, llevará a Bertrand Russell a revisar su primera Teoría Semántica.

martes, diciembre 26, 2006

Materialismo a través de Magritte

El cuadro de Magritte La condición humana expresa de manera excepcional la siguiente propositio (pensamiento): «Cuando observamos la realidad nosotros mismos nos incluimos en ella. El Sujeto se incluye en el Objeto».

Más allá de la ventana tenemos la realidad, el Objeto, más acá de la ventana, sobre el lienzo que se sostiene en el caballete, la representación que el Sujeto se hace de dicho Objeto. Ambos, Sujeto y Objeto, cuadro y paisaje, representación y realidad, se confunden hasta el punto de identificarse. Ahora bien, ¿cómo puede sostenerse tal posición?¿no lleva esta postura a una cosificación de nuestras representaciones y aparatos conceptuales?¿no es esto, en consecuencia, una metafísica?

Magritte en su obra La condición humana quiere significar lo mismo que el siguiente enunciado de Hegel: «Todo lo real es racional y todo lo racional es real». Se alude, por tanto, a la famosa identificación hegeliana entre el pensar y el Ser. Ahora bien, la cuestión aquí es: ¿qué es el Ser? ¿qué es lo Real? La interpretación usual identifica el Ser, lo Real, con la Cosa, con la cosa en sí misma o, dicho en términos kantianos, con el «noúmeno». No obstante, nosotros no nos relacionamos directamente, al desnudo, sin perspectiva, con la Cosa, media siempre-ya entre nosotros y la cosa misma la pantalla conceptual. No hay perspectiva teológica, esto es, punto de vista del «ojo de Dios». Luego, el Ser, lo Real, no puede ser la Cosa, el «noúmeno», sino otra cosa, a saber, aquello con lo que sí nos relacionamos, esto es, lo aparente, lo que se nos aparece, el fenómeno. Aquí Hegel ya está siendo pensado de otra manera, ya ha sido invertido, se ha dado con su núcleo racional que diría Marx. Dicho esto, estamos pensando a Hegel en términos de nuestra propositio inicial. Ahora ya no hay reificación del pensamiento, ya no hay metafísica y, sin embargo, permanecemos en Hegel.

Ahora, siguiendo con Hegel, usemos el concepto de «Zeitgeist» para ilustrar la tesis de que el Sujeto está siempre-ya en el Objeto. El «Zeitgeist» es el ambiente espiritual de una época, el universo significativo de cada tiempo histórico y concreto. Cuando nos las habemos con la Cosa, de ida y de venida, lo hacemos siempre-ya desde un determinado «Zeitgeist». Esto se afirma en un doble sentido: De venida, el «Zeitgeist» es la condición de posibilidad que nos permite interpretar la experiencia de la Cosa, aquello que la Cosa "nos habla", y, asimismo, de ida, es la condición de posibilidad del pensar mismo, de la construcción de conceptos, de un "hablar", un tematizar, acerca de algo relacionado con la Cosa.

Primer sentido, "de venida". El «Zeitgeist» es el a priori que establece cómo discernir de entre la experiencia lo válido de lo inválido, lo que nos posibilita distinguir de entre los contenidos de la experiencia, por ejemplo «que ahora estoy escribiendo» o «usted está leyendo», si son o no sueño, si son o no ilusión. El «Zeitgeist» hace posible discernir qué forma parte de la realidad y qué no. Ahora bien, aquí el «Zeitgeist», en tanto que a priori del Sujeto, orienta nuestra mirada, implica una cierta manera de habérselas con la Cosa. Por tanto, lo que se nos aparece no es la Cosa sino un Objeto que incluye ya, de suyo, el a priori que incorpora el Sujeto, es decir, nuestro «Zeitgeist», el ambiente espiritual propio de nuestro tiempo. Por ejemplo, el moderno que se dedica a la «ciencia», a diferencia de los que le precedieron, se presenta siempre-ya la Cosa como algo susceptible de ser matematizado, todo pensar lo Real lleva implícito este presupuesto, todo lo Real se ubica de entrada en coordenadas espacio-temporales, en configuraciones, más o menos complejas, de puntos. Así, nuestro mundo, la realidad, aquello con lo que nos relacionamos, tiene, de entrada, como presupuesto la matemática.

Segundo sentido, "de ida". Hegel afirmaba que el filósofo es aquél que intenta sumir su tiempo bajo el concepto. Marx afirmaba también que cada época histórica y concreta, cada «Zeitgeist» y cada nivel de experiencia correspondiente, plantea los problemas para los cuáles hay solución. Así, los problemas, pertenezcan al ámbito que pertenezcan (social, científico, etc.), sólo tienen sentido en el marco de la etapa histórica y concreta a que pertenecen, dentro de su propio universo de significados, con arreglo a su nivel de experiencia y, además, si han sido planteados es porque la solución se encuentra, de entrada, de forma implícita, en el propio «Zeitgeist». Luego el acto mismo de pensar, de producir conceptos, parte, de entrada, del universo de significados que ya hay, que forman parte de nuestra época y, además, dicha producción se da siempre-ya con vistas a resolver problemas ya planteados en nuestro «Zeitgeist», problemas que conciernen a nuestro tiempo. Pero si todo problema que se nos presenta, esto es, éste o aquél Objeto susceptible de ser sumido bajo el concepto, no es separable de su contexto histórico y cultural, de su ambiente cultural, de los niveles de producción alcanzados, etc. entonces estamos afirmando, de nuevo, que los problemas planteados ya incluyen, de suyo, al Sujeto. Los problemas, así pues, no se ocupan de la Cosa sino, repito de nuevo con Hegel, de sumir nuestro tiempo en el concepto.

Así pues, si cuando creemos tratar de la Cosa nos la habemos con un Objeto que ya incluye el Sujeto, o dicho de otra manera, lo que nos ocupa no es tanto la Cosa como una realidad dentro de la cuál estamos siempre-ya, entonces -tal y como muestra La condición humana de Magritte- lo representado en el cuadro sobre el caballete no es la Cosa, el «noúmeno», sino el Objeto que incluye el Sujeto, esto es, nuestra realidad, lo fenómenico dotado de unidad, de sentido, por mediación del espíritu de nuestro propio tiempo, de nuestro «Zeitgeist». Al mirar más allá de la ventana, al mirar una realidad en la que ya estamos incluidos, nos miramos a nosotros mismos. Luego, lo pintado en el lienzo que descansa sobre el caballete es la representación que se hace el Sujeto de un Objeto que incluye siempre-ya al Sujeto, no la Cosa. Así, Objeto (realidad) y Objeto pintado (realidad representada en el lienzo) se confunden porque uno y otro están ineludiblemente identificados por una misma cosa, a saber, ser Sujeto o, lo mismo dicho de otra manera, ser Objetos pensados.

sábado, diciembre 23, 2006

La ilusión teleológica

«Mi padre es de Madrid, mi madre de Valencia y yo de Terrassa. ¡Qué casualidad que nos hayamos conocido!»

Este chiste, aparentemente absurdo, pensado con atención, da con el secreto mismo de una ilusión ideológica que vivimos cotidianamente. ¿Cómo puede llegar a explicarse que mis padres se conocieran y que, además, el producto fuera el que escribe este texto? La mera formulación de esta pregunta ya entraña la citada ilusión teleológica que consiste en pensar que todo lo que ocurrió en el pasado respondía a un fin, a saber, dar conmigo en mi situación actual. No obstante, hay trampa. Carece de sentido el interrogante citado porque por detrás de lo que hay está siempre-ya la contingencia, es decir, lo que ha ocurrido es lo que ha ocurrido (obvio) pero podría haber ocurrido de otra manera, sin más. Otras preguntas típicas que evidencian nuestros razonamientos teleológicos son las siguientes: ¿Por qué me pasó esto a mí? ¿Qué hubiera ocurrido si en vez de hacer esto hubiera hecho aquello otro? ¿Sería ahora más feliz si mi antigua pareja no me hubiera dejado? Todas estas cuestiones tienen un mismo denominador común: El esfuerzo implícito de dotar de sentido a todo el pasado y al presente a través de una especie de plan oculto, de una mano invisible ordenadora, que opera por debajo de la realidad con arreglo a un fin. Se trata, en resumen, de eliminar lo contingente sustituyéndolo por la teleología.

Pongamos otro ejemplo quizá algo más ilustrativo. El héroe de Las mil y una noches, tras una dura y larga travesía por el desierto de varias semanas repleta de casualidades y accidentes, llega a una cueva y descubre, al adentrarse en ella, que le espera una comunidad. Ésta nada más verlo entrar en la cueva le dice eufóricamente: «¡Oh! ¡Llevábamos centenares de años esperando que llegaras!» A partir de este momento, nuestro héroe, si se identifica con el universo espiritual de la comunidad que esperaba "su" advenimiento dotará de sentido a todo su pasado, incluso a su presente. Todos los accidentes, todas las dificultades que tuvo que enfrentar a lo largo de su larga travesía por el desierto, cobrarán sentido por efecto de un subterfugio milagroso, a saber, respondían a un fin que realizaba determinado plan oculto orquestado por una mano invisible y ordenadora que él desconocía. Nuevamente, tenemos que lo contingente es suprimido por efecto de la ilusión teleológica: El pasado, antes arbitrario y sin sentido, ahora se explica a través de un fin, a saber, ese ideal simbólico, ese lugar en el universo espiritual de la comunidad que permanecía vacío.


Esto no es moco de pavo, incluso hoy parte de la comunidad científica defiende el Principio Antrópico (en su versión fuerte), esto es, asegura que la materia se organizó de la manera que lo hizo, que el sistema planetario se conformó tal y como lo conocemos, que hay vida como la entendemos, que el mundo humano es lo que es y no otra cosa porque, en el fondo, ya había en el origen un diseño del Universo que respondía a este fin, a saber, que las cosas llegaran a ser como son y no de otra manera. Nuevamente nos las habemos con la teleología, con esa ilusión que, sin darnos cuenta, lleva ahora al razonamiento siguiente: «Si las cosas son de la manera que son y no de otra manera porque en el origen, en el famoso Big Bang, ya se encontraba el diseño, el modelo, el plano oculto, que respondía a tal fin entonces ¿quién o qué fue el creador de dicho plan?» Aquí, ¡atención!, teología y teleología confluyen para hacer de la ciencia una arma ideológica, una máscara ilusoria, al servicio de la religión.

sábado, diciembre 16, 2006

Melancolía, relación con la muerte y el discurso


Trato ahora de la relación que el melancólico establece con
«la muerte» y «el discurso»...

Es curiosa la relación que el melancólico establece con la muerte, por un lado, coquetea con ella, la blande irónicamente con la finalidad de mostrar su lejanía respecto al mundo, para mostrar lo absurdo de la existencia, por otro lado, en el fondo, no puede evitar que le aterrorice en la medida que supone la ruptura definitiva con su interioridad emotiva. No obstante, ese coqueteo con la muerte se revela sumamente peligroso a partir del momento en que las pasiones internas del sujeto se hacen cada vez más insufribles. Quizá Werther, el famoso personaje romántico creado por Goethe, pueda considerarse como caso paradigmático en la modernidad de individuo atravesado por la melancolía. Werther, como es sabido, se sume en su interioridad emotiva alejándose paulatinamente de un mundo que le niega la posibilidad de realizar su gran amor. La consecuencia de esa tensión entre interioridad y mundo será traumática, alimentará un dolor interior que ya sólo podrá evitarse mediante el suicidio. Werther preferirá la muerte al desgarro interior de una vida sin su amada lo que, a su vez, a ojos del romántico, no deja de ser una evidencia más que constata la infinitud de su amor.

No es raro, por tanto, que el melancólico suela tener una predisposición a sublimar lo poético, lo emocional, lo pasional, a difuminar el mundo en lo arbitrario de su sentir, en lo caótico e indeterminado de una subjetividad pasiva. Así pues, la melancolía lleva, por un lado, a un hablar por hablar, a un discurso escindido de las determinaciones propias del significante, pero, por otro lado, a su vez, paradójicamente, es un abrirse a la vida misma en el sentido nietzscheano del término, es un tocar lo real sin mediación simbólica o metafísica alguna. Luego, en relación al discurso y su orden, el melancólico, como es de suponer, no se va a regir por la gramática discursiva, va a ser un tono disonante en el marco de la melodía discursiva, aparece como un loco por su desapego respecto al universo simbólico dominante. No obstante, dicha locura no debe entenderse como expresión de una propuesta discursiva alternativa, como proyecto revolucionario.

martes, diciembre 12, 2006

Causalidad y mecánica cuántica


Artículo de mi amigo Juan Luis Rubio... ¿
Ocurren los fenómenos físicos por puro azar o existen causas que los generan?

El físico actual busca causas cuando estudia la dinámica de los cuerpos cotidianos, los movimientos planetarios o la mecánica de fluidos, pero se abstiene de hacerlo cuando observa el mundo a escala atómica. En ese momento, admite que los resultados obtenidos en las diferentes medidas se deben estrictamente al azar, del todo incontrolado, aunque –eso sí- dentro de un espectro de posibilidades que podemos calcular. Pensemos en un fenómeno atómico muy sencillo: la desintegración de neutrones.

Estas partículas dan estabilidad a los núcleos atómicos, pero fuera de ellos se desintegran con una vida media de 900 s, dando origen a un protón, un electrón y un antineutrino. Esto quiere decir, que un neutrón se desintegrará a los 700 s, 950 s, o tal vez a los 1210 s. Si estudiamos el fenómeno con un número elevado de neutrones, el tiempo medio de desintegración será de unos 900 s. ¿Qué hace que unos neutrones se desintegren antes y otros después? ¿Son acaso neutrones diferentes o es que están sometidos a variables o causas diferentes?

La respuesta, desde hace casi unos 80 años es que, no sólo no existe causa alguna para ello, sino que la búsqueda misma de las causas contradice el formalismo matemático vigente y es considerada, por lo tanto, estéril y no-científica. Es importante observar que esta limitación de base no es debida a una limitación del instrumental o de nuestra capacidad de investigación. No se espera que con el avance tecnológico se describan las causas, sino que sencillamente, éstas no existen, en tanto que este tipo de fenómenos sólo pueden ser descritos mediante un lenguaje de probabilidades. De existir las causas, el formalismo que tan bien ha funcionado durante 80 años debería ser necesariamente incorrecto (según la postura oficial) y llegaríamos por tanto a una contradicción de gran embergadura.

La visión de la Naturaleza se vuelve, así, un tanto oscura y pesimista, en relación a la filosofía realista que en mayor o menor medida siempre había imperado durante las épocas anteriores a la Mecánica Cuántica.

La ausencia de causas, la Acausalidad es una de las bases de la interpretación imperante de esta teoría, denominada de Copenhague, debido a que el centro neurálgico de su desarrollo (al menos la parte epistemológica) se situó en aquella ciudad y fue liderado principalmente por Niels Bohr durante los años 20 y 30 del siglo XX.

En la práctica, el físico común experimenta lo que se llama una huída al formalismo matemático. Ante cualquier duda o paradoja de tipo epistemológico relacionada con el problema de la causalidad, se aferra al formalismo que es, por otro lado, muy consistente y eficaz y se muestra como uno de los mayores éxitos en la historia de la ciencia. De existir causas en los fenómenos cuánticos, deberíamos admitir la existencia de variables o parámetros desconocidos hasta ahora (en ellos se situaría la información de esas causas). Son las llamadas teorías de las variables ocultas, en actual desarrollo, aunque con muy poco asentamiento. Un ejemplo de estas teorías es la de David Bohm con su mecánica bohmiana.

¿Debemos pues, admitir la inutilidad de la búsqueda de causas a los fenómenos atómicos? Tal vez, la llamada ley de causalidad no sea más que un producto de nuestra gramática y condición humanas muy útil para entender el mundo que nos rodea pero que se diluye al observarlo a una escala tan alejada como la atómica. De ser así, ¿en qué punto debemos situar la transición entre los fenómenos acausales descritos por la mecánica cuántica y los causales descritos por el resto de teorías clásicas?

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domingo, diciembre 10, 2006

Destino, providencia y fortuna...


Destino, providencia y fortuna, tres conceptos a partir de los cuáles se ha intentado interpretar y explicar nuestra realidad, tres maneras distintas de dotar (o no) a nuestra vida de algún sentido...


Destino (moira). El destino es el futuro ineludible que nos aguarda y cuyo producto resulta de la estricta concatenación de las causas eficientes, es el fruto genuino y directo de la necesidad. El destino por sí no responde a sentido alguno, lo que está por ocurrir no acontece en función de ningún fin, no responde a algo, es decir, no responde a nada. Así pues, lo que aguarda inevitablemente a cada sujeto o conjunto de sujetos es independiente de aquello que puedan o no merecer, no pertenece al destino consideraciones de tipo moral, no le pertoca finalidad ni intención alguna, el destino puede deparar un futuro cruel o favorable a aquel o aquellos que no se merecen una cosa o la otra.

Providencia (pronoia). La providencia viene a introducir en el destino un sentido. La providencia es un destino que responde a algún tipo de razón, a una misión, a una causa divina o algún otro tipo de escatología. Así, el futuro, lo que está por ocurrir al sujeto o conjunto de sujetos, se haya justificado, dotado de la significación que emana de algún tipo de entidad trascendente o inmanente. Si me ocurre esto o aquello es por que tal o cual entidad así lo requería, todo responde a algo, por algo estamos aquí, por algún motivo me ocurre lo que ocurre, nada es gratuito, etc. El cristianismo ligará la providencia a la voluntad divina. La providencia será la consecuencia de la obtención de la gracia o no por parte de Dios.

Fortuna (tyché). La fortuna es la negación de la idea de un futuro predeterminado, ya tenga el carácter de destino o providencia. La fortuna establece que lo que hay es un sin sentido, ausencia de significado inmanente o trascendente, que todo es producto de la casualidad, de la contingencia. Si la realidad queda a expensas de la diosa Fortuna entonces esta es arbitraria, puro azar, carece de sentido alguno y, por tanto, no es susceptible de explicación racional alguna.

martes, diciembre 05, 2006

Melancolía...


Este es la primera de una serie de reflexiones acerca de la Melancolía...
«Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar.» (Federico García Lorca)

Alejarse respecto de la cosa es condición de posibilidad para pensar la cosa misma o, dicho de otro modo, pensar la cosa supone un previo alejamiento respecto a la cosa misma. Ese distanciarse de la cosa puede ser consecuencia de la melancolía, así como de otras pasiones del sujeto tales como la angustia, la tristeza u otras. No obstante, lo característico de la enajenación melancólica es que sitúa la cosa a una distancia insalvable, abre una diferencia abismática entre sujeto y objeto.

Ahora bien, si la cosa escapa, si no comparece, entonces se pierde no sólo la posibilidad de pensar la cosa misma sino también la totalidad pues toda otra cosa, al ser discernible a partir de lo que es y lo que no es, que es esto y aquello y lo de más allá y que no es esto otro ni lo otro, precisa, en particular, la determinación propia de la cosa escapada. Por tanto, la melancolía lleva aparejada cierta predisposición nihilizadora, una inclinación a decir "no", a negar la realidad. Un negar que no es propuesta alternativa sino ausencia de determinación y, por tanto, un abocarse hacia la nada. Así pues, el melancólico experimenta un extrañamiento respecto al universo simbólico en que transcurre su existencia, desprecia el mundo, la cultura o, si se quiere, vive en un desapego respecto al sostén metafísico de nuestra existencia. No obstante, si lo descrito hasta aquí se revela en el melancólico no es lo que le es genuino, no es lo dicho anteriormente lo que delimita el quid de la melancolía por cuanto lo especificado también es propio, por ejemplo, del angustiado o de aquel que padece tristeza. Lo característico del melancólico va a ser que dicho desapego, dicho nihilismo, va a ser radical, drástico en el sentido de que es un extrañamiento vivido como mutilación, como lesión incurable, es decir, nunca como el preludio de un nuevo y renovado intento de apegarse significativamente a la cosa, como el paso previo a una nueva apertura significativa hacia la totalidad. Así pues, la mutilación melancólica imposibilita al sujeto para ejercer la libertad de aceptar lo necesario, esto es, la posibilidad de verse determinado por el objeto, de imbricarse en su mundo, en el juego de relaciones y significados mundanos.

El pensamiento es siempre pensamiento de algo, algo que para el melancólico, en función de lo dicho hasta ahora, ya no puede ser el mundo, el objeto. Luego entonces cabe preguntarse: ¿Qué es ese algo objeto del pensamiento? Ese algo que mueve el pensamiento sólo puede ser ya el pensamiento mismo del que piensa, luego la melancolía no es un pensar a propósito del mundo, un abrirse al mundo sino todo lo contrario, supone un colapsarse hacia adentro. La melancolía es un adentrarse en la interioridad, un sumergirse en la tiniebla del propio pensamiento indeterminado, en el ardor de las sensaciones, de las percepciones que escapan al propio control. El melancólico, por tanto, vive extasiado en los afectos indomables que atraviesan su corporeidad, deviene preso y abandonado a la suerte de sus sensaciones internas. El melancólico es un narcisista, se pliega sobre sí mismo quedando petrificado frente al propio pensar indefinido. La melancolía es un punto de fuga respecto al mundo a través de la interioridad. El melancólico no está en el mundo, no es un ser-en-el-mundo en términos de Heidegger, sino que el mundo habita en él quedando a expensas de su interioridad emotiva.

domingo, diciembre 03, 2006

Giordano Bruno en «Campo dei Fiori»...


«El infierno no existe pero es el temor infundado de que existe lo que hace del infierno una realidad» (Giordano Bruno)


Una noche de Febrero de 1600, Roma, plaza «Campo dei Fiore», en el centro prende una hoguera, su fuego consume el cuerpo de una de las mentes más inteligentes y maravillosas que hayan existido jamás. Giordano Bruno (1548-1600), quemadas sus obras por la Santa Inquisición, acallado tras los barrotes de las cárceles de la Iglesia durante más de diez años, negándose instantes antes de que prendiera su cuerpo a besar un crucifijo, quemado vivo en las llamas del fuego «santo y purificador», con la lengua atada a un palo para que no pudiera hablar.

En el lugar en que el genio fue quemado ahora puede verse su estatua. Bruno siempre será el ejemplo paradigmático de intelectual defensor de una filosofía no sierva de la religión, de un pensamiento sin límite...

Algunas fotos...
Giordano BrunoGiordano BrunoGiordano Bruno y yo...Bruno dando clases
Bruno contra la Santa InquisiciónBruno en la hogueraPlaca conmemorativaComiendo en Campo di Fiori










Poema de Giordano Bruno a sus verdugos 

Decid, ¿cúal es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusais, ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana, donde encendais la hoguera,
Levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?...Porque las luces busqué de la verdad,
No en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
Con dogmas y con mitos robados a otra edad,
Sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración;
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué
ha de trocar muy pronto, la Biblia por la ciencia,
los templos por la escuela, la razón por la fé.
Yo se que esto os asusta, como os asusta todo
todo lo grande , y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir...
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea,
es intangible, eterna,divina, inmaterial...
Que no es ella el Dios y la religión vuestra
Sino la que forma con sus cambios , la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario
la que convierte al hombre, de polvo, en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz, la de Tabor.
Más sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
Los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fé, sois falsos llamando a Dios, ateos
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!...
¿Cúal es vuestra doctrina? Tejido de patrañas,
vuestra ortodoxia, embuste;vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña.
Vuestra razón la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles
Tenéis la bacanales, su pérfida maldad;
como ellos sois farsantes, hipócritas y viles
Queréis, como quisieron, matar a la verdad;
Más...¡Vano vuestro empeño!...Si en esto vence alguno;
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir;
"Respeto a los que mueren como muriera Bruno"
Y en cambio vuestros nombres...¿Quién los podrá decir?

¡Ah!...Prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte;
Morir como yo muero...no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte
Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma ¡ Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño,
Decidle que a la muerte me entrego como un sueño,
porque es la muerte un sueño, que nos conduce a Dios...
Más no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición,
Sino a ese Dios-Idea, que en mil evoluciones
da a la materia forma, y vida a la creación.
No al Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento,
al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí,
Al Dios que anima el fuego,la luz, la tierra, el viento,
Al Dios de las bondades, no al Dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
Con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar,
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio,
de la verdad que sepa , no me haréis apostatar.
¡Más basta!...¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra,
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?...¿Teméis al porvenir?
¡Ah!...Tembláis...Es porque os falta la fé que a mi me sobra...
Miradme...Yo no tiemblo...¡Y soy quien va a morir!...

Aquí podéis encontrar una muy breve explicación del monumento.
Y aquí un artículo acerca de Giordano Bruno.