domingo, agosto 20, 2006

Sucinta defensa de nuestra inclinación al amor



SONETO XXXVIII
Garcilaso de la Vega

«Estoy contino en lágrimas bañado,
rompiendo siempre el aire con sospiros,
y más me duele el no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;
que viéndome do estoy y en lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para hüiros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;
y si quiero subir a la alta cumbre,
a cada paso espántanme en la vía
ejemplos tristes de los que han caído;
sobre todo, me falta ya la lumbre
de la esperanza, con que andar solía
por la oscura región de vuestro olvido.»


Tú, Garcilaso de la Vega, insigne representante del neoplatonismo literario español, renovador de las letras del letargo medieval, no puedes escapar al juego de afectos que atraviesan tu corporeidad, no puedes eludir la alteridad, no puedes deshacer el camino andado tras tu amada. Garcilaso, te encuentras perturbado y crees que el origen de tal desventura no es otro que tu inclinación al amor, a querer y anhelar ser querido. Y así, los versos de tu soneto desparraman las ansias de una huida equivocada del presidio tenebroso de las lágrimas y el sufrimiento. ¡Ay!, príncipe de los poetas castellanos, que te hayas escindido entre la propensión erótica respecto a la amada y el dolor de saberte no correspondido, de verte relegado al olvido. Nos dices Garcilaso: «así paso la vida, acrecentando materia de dolor a mis sentidos». Pero, poeta, ¿qué idea del amor te pones al frente que de tanto sufrir te «falta ya la lumbre de la esperanza»? Mala representación del amor aquella que -te diría Spinoza-, lejos de aumentar la capacidad de obrar del cuerpo, te aboca al quietismo melancólico. Garcilaso, genio de pluma y espada, luchador en la campaña de Túnez contra el turco, no es preciso que rechaces estoicamente las pasiones pues no es ello posible, sino que te las representes, te hagas una idea de ellas, que movilicen tu potencia de actuar, de perseverar en el ser, de conquistar «la alta cumbre». Poeta toledano, tú que con tus versos has expresado como nadie esos afectos repletos de amor, compasión y solidaridad, haz de tu ingenio el productor de una lluvia de conceptos que mejor alumbren un futuro de esperanza y alegría.

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